En la vida cotidiana

Para los empleados, el tiempo de trabajo se establece en cuarenta horas semanales. En la escuela, la jornada dura de cuatro a cinco horas para los estudiantes de primaria y de seis a siete para los de secundaria y bachillerato. En muchas escuelas no hay suficiente espacio y las aulas tienen que ser compartidas: algunos tienen clases por la mañana, otros por la tarde. No hay horarios fijos para las comidas. De hecho, los restaurantes suelen estar abiertos de forma ininterrumpida desde la mañana hasta la noche. La comida puede ser rápida y ligera: a los habitantes de la ciudad les gusta ir al quiosco de la esquina para comprar un covrig (una especie de pretzel) o un pateu (un hojaldre salado). Los fines de semana, a los rumanos de las ciudades les gusta pasear por el parque o por los centros comerciales. Cuando hace sol, las barbacoas (grătar) en medio de la naturaleza son muy populares. Los domingos, muchos pasan el día junto al lago, en un valle o en cualquier otro espacio verde, asando salchichas (mici) y bebiendo cerveza mientras escuchan música y charlan. Incluso se ha acuñado una palabra para describir a los seguidores de esta práctica que se ha convertido en un fenómeno social: se les llama grătariști (nuestros antiguos domingueros). En cuanto a las vacaciones, la mayoría de las veces las pasan a orillas del mar Negro, una reminiscencia del período comunista, que dio lugar a grandes centros turísticos costeros. En aquella época, cada uno se dedicaba a un público específico: Costinești para los estudiantes, Neptun para los ejecutivos del partido… La juventud de hoy prefiere Vama Veche, en el mismo sur, la meca de las fiestas. Cada vez más rumanos viajan al extranjero, especialmente para visitar a sus familiares.

Visitas obligatorias a la iglesia

Para los rumanos, muy religiosos y ortodoxos en un 86%, el bautismo (botez) es casi sistemático. La ceremonia suele tener lugar unas semanas después del nacimiento. El niño, desnudo, es sumergido completamente en agua bendita por el sacerdote. El matrimonio (căsătorie o nuntă) es un evento social muy importante. Se invita a mucha gente y se gasta bastante dinero en organizar una gran fiesta. La ceremonia civil, en el ayuntamiento, se despacha rápidamente. El servicio religioso es mucho más largo: el sacerdote lee oraciones y pasajes de la Biblia. Luego, coloca unas coronas de flores sobre las cabezas de los novios y bendice su matrimonio. La pareja da tres vueltas alrededor del altar, símbolo de la eternidad, y abraza el iconostasio. El suntuoso banquete dura toda la noche y se acompaña de música, a menudo interpretada por lăutari, intérpretes tradicionales. Durante la comida, se representa una tradición que no tiene nada de religiosa: se secuestra a la novia y se pide un rescate a su esposo (alcohol o dinero).

Hay muchos ritos funerarios. Durante los tres días siguientes al fallecimiento, el difunto es velado en su casa para que los amigos y familiares puedan despedirse. A la hora del entierro (înmormântare), el cortejo atraviesa todo el pueblo hasta la iglesia y luego al cementerio. Después del entierro, se organiza una comida (pomană) donde se sirven platos sencillos como el arroz pilaf con pollo y la colivă, una preparación tradicional hecha de trigo hervido. Después se organizan varios pomeni más en memoria de los muertos: a los cuarenta y cinco días y a los seis meses después del entierro, y luego cada año durante siete años.

Una sociedad tradicional cambiante

Los rumanos siguen apegados a un modelo de familia tradicional. Es uno de los países europeos donde la gente se casa más y se divorcia menos. Las familias monoparentales son raras. Sin embargo, las cosas están cambiando, aumenta la cohabitación y los jóvenes se casan cada vez más tarde. El modelo patriarcal sigue prevaleciendo. Las tareas domésticas son en gran medida cosa de mujeres, que están mucho menos representadas que los hombres en la política y en las altas esferas económicas. En cuanto a la homosexualidad, esta no se despenalizó hasta 2001, y la homofobia sigue estando muy extendida. Sin embargo, la situación de las personas LGBTQ+ ha mejorado en los últimos años.

El alma de los pueblos

A pesar de la urbanización forzosa en el período comunista y el éxodo rural, el pueblo (sat) sigue siendo el alma de la sociedad y la cultura popular rumanas. Alrededor del 47% de la población vive fuera de las ciudades, una proporción enorme en comparación con Europa Occidental. En los últimos años, incluso se ha producido un regreso a los pueblos. Los habitantes de la ciudad, cansados de sus condiciones o expulsados por el desempleo, se retiran al campo donde, al menos, pueden cultivar una parcela de tierra para el consumo propio. Muchos de ellos todavía tienen fuertes vínculos con sus pueblos de origen. Regresan a ellos para las fiestas, las vacaciones y los pícnics. Cada casa es un pequeño mundo autosuficiente: cultiva sus propias verduras y un poco de cereal, cría unos cuantos animales, destila su propio țuica, fabrica su propio heno… Molinos, carros, animales salvajes, aldeanos charlando en un banco o poniéndose sus trajes tradicionales de domingo: estas estampas populares e idealizadas encantan a los visitantes, que también encontrarán un fuerte sentido de la hospitalidad en el campo. Pero muchos pueblos siguen alejados de la red de carreteras o tienen caminos sin asfaltar. A veces carecen de agua corriente y de alcantarillado. El pozo a la entrada de la casa o el baño al fondo del jardín son todavía una realidad. Miles de hogares carecen de electricidad.

En la ciudad, la vida en un bloque

Durante la era comunista surgieron como setas grandes bloques de edificios de hormigón en todas las ciudades, y a veces incluso en el campo. Hoy en día, estos bloques, como se llaman, todavía albergan a una gran parte de la población urbana. Viața la bloc se ha convertido, además, en una expresión común. También es el título de un éxito de los años 1990, que describe la vida cotidiana en estos edificios: el ascensor roto, cucarachas en la cocina, cortes de agua caliente o radiadores que no funcionan… En el interior, los pisos suelen ser pequeños y están mal insonorizados. Los bloques son más o menos agradables, dependiendo de si han sido renovados o no. En Bucarest, suelen formar barrios animados, rodeados de tiendas, con grandes árboles y zonas de juego.