Es una de las joyas de la corona del turismo normando. Turistas o peregrinos, el Mont-Saint-Michel, que emerge en medio de la bahía del mismo nombre, acoge a 2,5 millones de visitantes al año, pero sólo una treintena de residentes viven allí de forma permanente. En esta isla rocosa sagrada, dedicada a San Miguel, se construyó en el siglo XI la abadía del Mont-Saint-Michel. Al pie del acantilado, un pueblo comercial complementa desde 1979 este lugar declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Como preámbulo, es la subida del Grand Degré (350 escalones) la que permite acceder a la abadía. En la roca también se encuentra la iglesia parroquial, un pequeño edificio de los siglos XV y XVI dedicado a San Pedro, patrón de los pescadores, coronado por una estatua de San Miguel que se eleva 157 m sobre la orilla. Se puede visitar un museo histórico y el Museo del Mar y la Ecología. En el islote, 61 edificios están catalogados como monumentos históricos. El Mont-Saint-Michel es conocido por estar aislado del continente al ritmo de las mareas. La bahía tiene las mareas más altas de Europa continental, con una diferencia de hasta 15 m entre bajamar y pleamar. Aquí hay que desconfiar del mar, que avanza "a la velocidad de un caballo al galope". Un nuevo dique y una pasarela sobre pilotes dan servicio a la isla desde 2014. Su guía turístico le dará sus mejores direcciones.