¿No es el choque? A las seis horas de Abu Dhabi, todos modos de transporte son el horror. La roca está a 9 kilómetros por 5, culmina a 98 metros, y se le garantiza que alberga 10, 000 Dalmens descendiente del hombre de la edad de la piedra a través del boom perar. El cono salin central, salido de un volcán comatoso, se escaló como un charco de roca líquida, empujando a las costas un magma marrón al aspecto torturado. Y nada supera hoy, que los minaretes de las mezquitas y algunos edificios administrativos cuyo aspecto nueve demuestra la fuerte presencia del Estado en esta isla estratégicamente situada en la barba de los Qataris, en un sector en el que la marina saudí se permite a veces algunas irritantes visitas.Así, Dalma es una isla rica en pozos de agua clara que, hasta la llegada de la dessalinización, ofrecía flujos benéficos a los dvivianos de tierra firme. Se trata de un teatro prehistórico en el que el hombre copiaba la potería obsesiva del tiempo de los Sumérianos, cazaba el dugong y escupía los primeros núcleos de dátiles. Es también el país de elperlado que, desde el siglo XVI a principios del siglo XX, ofrecía a los mejores joyeros de Europa en perlas finas, estos maravillosos cañones extraídos de las profundidades a menudo en peligro de vida humana. El joyero veneciano Gasparo Balbi, primer testigo de estos viejos tiempos, estaba en la vela de Basora cuando delató Delmephilmas en 1580. Su relato (original vendido por Christie's en 2005), publicado en Camillo Borgominieri, diez años después, nos lleva a la vecina India.Los Emiriens de hoy tienen casi un gran padre que, dejando a la familia en Liwa, hacía el verano en los bancos de ostras, torturando los dedos sobre la pincelada para que un día en Cartier se haga un collar. A principios del siglo XX, la actividad implicaba hasta mil tripulaciones de 10 hombres entre 50 y años que durante la temporada de verano fueron durante cuatro meses: cincuenta veces no día, el buceo, equipado con una pinza nasal hecha a partir de caparazón de tortuga y de envoltorio de piel de cabra, se unía al fondo lprobado de una piedra y, después, menos de dos minutos después, cargado de conchas, se dejaba disparar por una cuerda hacia la superficie. Por la noche, después de una pequeña cena, todos abren las ostras para descubrir el posible trofeo que conserva, por supuesto, el capitán del barco. Todos esclavos del nácar, oro blanco de la época.Ninguna historia comercial dirá la fuerza simbólica de Dalma. Si no queda nada o casi de épocas sucesivas, si el viaje no reserva más que decepción a aquellos que vienen a buscar la emoción histórica, el pintoresco oriental, el exotismo inmediato, la amabilidad natural, dice algo más grave y más auténtico. Forma de confidencia de la geografía, cuando se aleja del aliento de la civilización irritada, como en Rodrigues, como en Santa Elena, le ofrece la posibilidad de una experiencia segregada de escape.Así es, Dalma. Una confluencia del sueño y de lo inútil.

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Ile de Dalma. Abu Dhabi Tourism Authority
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