2024

FUERTE DE BAHLA

Monumentos militares
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El fuerte de Bahla, que ha sido objeto de 24 años de renovación, es el más imponente del país. Sus fachadas sur, este y noroeste miden 112,5 m, 114 m y 135 m respectivamente. Con vistas al pueblo, el edificio está dividido en varias secciones. La parte más antigua y monumental, Al Qasaba, en la esquina sureste, es una entidad por derecho propio, separada del resto y con entrada propia. Cuenta con 3 torres, la puerta más antigua de la ciudadela y 5 plantas de salas múltiples, incluida una cadena de 3 mayilis con techos altísimos, absolutamente majestuosos. El resto del espacio está ocupado por un vasto patio que da servicio a varios grupos de edificios con sus pozos, salas de oración, torres, murallas defensivas, innumerables salas y espacios antiguamente reservados al uso público: Bait al-Yabal, construido en el siglo XVIII, Bait al-Hadeeth, añadido a mediados del siglo XIX, y Bait al-Qaed.

Aunque se ha beneficiado de una renovación magistral, el fuerte, auténtico Chambord de Oriente Próximo, está ahora completamente vacío (sin muebles, ni alfombras, ni objetos...) y apenas tiene paneles explicativos. Sin embargo, el conjunto es impresionantemente gigantesco, y es un placer vertiginoso dejarse atrapar por el laberinto de plataformas de medio nivel, escaleras, patios, salas de todos los tamaños, pozos, nichos, alcobas, y todo el arsenal de un edificio defensivo tradicional: el parapeto, las torres de vigilancia, las murallas, las aspilleras... sin olvidar los múltiples tejados como múltiples perspectivas de esta gran construcción y del oasis que la rodea.

La ciudadela debe su prosperidad a la tribu Banu Nabhan, que dominó la región central de Omán e hizo de Bahla su capital desde el siglo XII hasta finales del XV. A partir de entonces, establecieron relaciones con las demás tribus del interior. Bahla fue, sobre todo, el centro del ibadismo (la religión del Estado) sobre la que se fundaron los antiguos imamatos omaníes, y cuya influencia puede encontrarse en toda Arabia, África y más allá. El edificio, que se alza orgulloso en el corazón de su oasis, rodeado de plantaciones regadas por el sistema falaj, es un ejemplo excepcional de lugar fortificado en un oasis del periodo islámico medieval, e ilustra la habilidad de los primeros habitantes para utilizar el agua con fines agrícolas y domésticos. Con sus torres redondeadas, parapetos almenados e imponente muralla perimetral, la ciudadela da testimonio del estatus y la influencia de la élite gobernante que la ocupó. Los restos de urbanizaciones familiares de adobe con sus casas vernáculas tradicionales(harat) y las mezquitas, salas de audiencia(sabla) y baños asociados, así como las viviendas de los guardias del fuerte(askari), evocan un modelo de asentamiento humano vinculado a la ubicación del falaj.

La importancia del asentamiento también se pone de manifiesto por la antiquísima mezquita del Viernes y su mihrab ricamente decorado, y por los restos del antiguo mercado semicubierto(zoco), formado por un conjunto de puestos de una sola planta abiertos a estrechos pasillos, todo ello encerrado tras una muralla exterior. La ubicación del zoco facilitaba su vigilancia desde el fuerte situado en la escarpa rocosa. Los restos de puertas de madera tallada y artísticamente incisa, estanterías y marcos de ventanas dan testimonio de una rica y próspera tradición artesanal.

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