MUSEO DE CEBO FARANSA
Algo muy especial se ha tejido a lo largo de los años entre Omán y Francia, una historia en la que se entrelazan el pensamiento estratégico y los intereses comerciales. Esta "casa de Francia", que fue el corazón y el teatro de esta crónica diplomática y humana, fue originalmente la residencia de una sobrina del Sultán Said, Ghaliah bint Salim. En 1896, el Sultán Faysal propuso a Francia instalar a su primer cónsul, Paul Ottavi, Córcega, el primero de una serie de trece, hasta 1920. Ya en el siglo XVII, durante las expediciones azucareras en el Océano Índico, los barcos franceses anclaron en la rada, el último punto de escala después de Gorea, Buena Esperanza, Sofala, Isla Reunión y Zanzíbar. A principios del siglo XIX, las relaciones tomaron forma y en 1894 se tomó la decisión de enviar un todoterreno del sur que antes estaba estacionado en Mogador (hoy Essaouira, Marruecos), el famoso Ottavi. Entre en su oficina, reconstituida gracias a los archivos y documentos diplomáticos prestados por los descendientes de los agentes, descubra las galerías de barcos, trajes, mapas y tratados, observe los asombrosos paralelismos entre las tradiciones francesas y omaníes, especialmente con Lorient y Marsella. En aquellos tiempos, las damas de la región no llevaban velos de cuervo, colores vivos atrevidos y patrones impensables hoy en día; iremos, un día u otro, a visitar el Museo del Souleiado en Tarascon para realizar el primado estético de las mujeres indias, estos tejidos provenzales bajo influencia oriental. Dos tratados sellaron la amistad franco-omaní, el primero en 1807 y el segundo, mucho más detallado y extenso, en 1844. Dos años más tarde, a los capitanes omaníes con establecimientos en las colonias o territorios franceses se les concedió el privilegio de navegar bajo la bandera tricolor. En 1989, el Sultán Qaboos, en una visita de Estado a París, anunció al Presidente Miterrand que ponía a disposición el antiguo consulado como museo dedicado a las relaciones bilaterales. Un establecimiento único, sin equivalente en otros países amigos, que fue inaugurado por los dos Jefes de Estado el 29 de enero de 1992. Como recordatorio de que en tiempos heroicos las tierras lejanas eran un sacerdocio, no hay que perderse los documentos administrativos franceses en la oficina consular en los que se detallan las estancias de los distintos representantes, y a veces su triste destino: un primero fue repatriado porque "se volvió loco"; un segundo fue "asesinado por insolación"; un tercero murió "a causa de la furunculosis".