KLEIN CONSTANTIA ESTATE
El legendario Vin de Constance vuelve a producirse desde 1986, gracias al talento del enólogo Ross Gower y a un doble milagro de la naturaleza: las vides de Muscat de Frontignan utilizadas son clones de las importadas de Francia en 1656 por el gobernador Jan van Riebeeck. Cada año, antes de la vendimia, los aguiluchos abandonan las llanuras siberianas y vienen a pasar unos meses en el valle de Constantia, protegiendo las vides de las aves saqueadoras. La resistencia de las vides y la amenaza de las aves de rapiña han permitido revivir el vino que acompañó a Napoleón en su exilio de Santa Elena. Un suntuoso licor solicitado en el siglo XIX por todas las cortes de Europa. A diferencia de Sauternes, no hay podredumbre noble pero las uvas maduran durante mucho tiempo en la vid, de ahí la concentración de azúcar y los aromas afrutados. Un mes antes de la vendimia, se retiran todas las hojas para que las uvas respiren y se expongan al sol. En algunos años, se sacrifica hasta la mitad de las uvas para que las vides tengan más reservas que extraer del suelo. Una vez cosechada, la Muscat de Frontignan, extremadamente madura, es una uva delicada de prensar y requiere una larga fermentación. Aquí es donde entra en juego todo el saber hacer del bodeguero. A continuación, el vino envejece durante cuatro años en barricas de roble francés. A la entrada de la finca, la tumba del jeque Abdurahman Matebe shah, el último sultán de Malaca, que vivió en Constantia hasta su muerte alrededor de 1681.