A principios de los años 60, el conde español Rafael Neville llegó a Nelson Bay, se enamoró de ella y se construyó una enorme propiedad. Le siguieron otras casas y Porto Rafael se transformó en un lujoso pueblo con el espíritu de la Costa Esmeralda. Además de su nombre, el Conde Neville dejó aquí su huella, tanto que los lugareños que le conocieron se lo contarán con admiración. Escondidas entre la vegetación de granito se encuentran hermosas villas con vistas al mar esmeralda y a las rocas rosas de La Maddalena. Desde el pueblo, hay que intentar llegar a las alturas para disfrutar de la espectacular vista desde la punta de una roca.

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