TEMPLO DE ARTEMISA (ARTEMIS TAPINAGI)

Después del museo, en la carretera de Éfeso, se encuentra la única columna que atestigua la existencia de una de las siete maravillas del mundo antiguo. Desde finales del siglo VII, se construyeron en este lugar tres templos dedicados a Cibeles, la diosa frigia de la fertilidad. Luego, en el siglo VI, Creso edificó un imponente templo dedicado a Artemisa sostenido por 127 columnas. Pero la misma noche en la que nació Alejandro Magno, en el año 356 a. C., el monumento fue incendiado por Eróstrato, que quiso inmortalizar su nombre destruyendo el templo. El nuevo templo helenístico, construido sobre las ruinas del anterior, fue aún más grande y fue ornamentado por famosos escultores como Praxíteles. Este lugar sagrado de culto a Artemisa se consideró como una de las siete maravillas del mundo. Con la llegada del cristianismo, fue perdiendo su esplendor y, a partir del siglo IV, se utilizó como cantera para la construcción de Santa Sofía en Constantinopla.

En Grecia, la diosa Artemisa combinaba los atributos de varias deidades antiguas que simbolizaban la fertilidad, la naturaleza y la luna. Para los romanos, se convirtió en Diana, diosa de la caza, pero al mismo tiempo protectora de los animales, los árboles, los lagos y los ríos y de las mujeres embarazadas, aunque fuera virgen. Por último, es andrógina, ya que sus estatuas están adornadas a la altura del pecho con una serie de pequeños pechos que, según las teorías más recientes, representan testículos de toro. Sus atributos son el arco, la media luna y el ciervo. Sus sacerdotisas debían ser vírgenes y sus sacerdotes eunucos, pero en su templo se celebraba una fiesta en honor a Dionisio en la que los hombres se convertían en sátiros y las mujeres, en bacantes.

Para asegurarse de que las sacerdotisas eran realmente vírgenes, se las llevaba a una cueva detrás del templo. Si sucumbían a los placeres de la carne, la entrada de la cueva se cerraba durante tres días y cuando se abría de nuevo, la pecadora había desaparecido. En el pedestal de la gran estatua de Artemisa hay letras grabadas que forman palabras incomprensibles, consideradas mágicas. Estas letras efímeras se grababan en piezas de madera o cuero y se llevaban en medallones para protegerse de los hechizos malignos. Según Plutarco, los videntes aconsejaban a las víctimas de los hechizos que pronunciaran estas palabras mágicas en voz baja. Sin embargo, es difícil imaginar el antiguo esplendor del lugar al contemplar sus ruinas.