MAUSOLEO DE LA ENSALADERA
En el interior, dos cenotafos, sobre la historia de la que los historiadores siguen sin estar de acuerdo.
Según el conserje, el primero, de mármol blanco, suministrado por el sultán otomano Abdel Hamid II en 1878, está vacío. Por encima de eso, una lámpara de plata lleva el sello del sultán y del emperador Guillermo II, que financió la restauración de la sala, veinte años después. El segundo célebre, de madera protegido por un cristal, alberga el restos de Saladino. Los elegantes arabescos seldtodales a los ricos entrelazados florales expresan el deseo de que el paraíso sea la última conquista del difunto y hagan una referencia clara a las luchas de Saladino, mientras que las mozas del siglo XVII, al fondo de la moneda, recuerdan que ha cazado los cruzados de Jerusalén. Se dice que, cuando murió, Saladino dejó para cualquier fortuna dinares y una moneda de oro de Tyr. Leyenda o verdad, hay que constatar que el célebre cenón de madera construido por su hijo Al-Afdal no parece estar a la altura de la dimensión histórica del personaje. En el exterior del mausoleo, las tumbas contienen restos de desconocidos asesinados en los bombardeos turcos de 1910.