MIKASA SUITES & SPA *
Hotel elegante con habitaciones diferentes en tamaño, decoración y vistas
Desde 1993, este hotel chic de otro tipo satisface a una clientela romántica y un poco trendy que venía a relajarse en una región excepcional... La visita estuvo a la altura de todas nuestras expectativas: ¡súper encanto total, y todo con sobriedad! En el corazón de dos edificios que no tienen nada de excepcional desde el punto de vista arquitectónico, Lydia, la propietaria y decoradora, ha dado un golpe de efecto acondicionando los jardines con suculentas y piscinas y mimando con previsión sus veinte habitaciones (cinco de ellas suites, algunas con hidromasaje), desarrollando al mismo tiempo una armonía pura y una hermosa luminosidad. Cada habitación es diferente en cuanto a tamaño, decoración y vistas. Si bien en 2007 se abrió un Mikasa bis (doce suites) en otra salida del pueblo (en dirección a Almería), cabe destacar que esta bonita residencia, con su acogida personalizada y su servicio atento, cuenta con un pequeño Spa (accesible previa reserva para los no residentes del hotel), pistas de tenis y un restaurante contiguo, La Villa, dirigido por la hija de la familia y que sirve cocina internacional inspirada en los viajes.
Me ha parecido un hotel que tenía muy buenos servicios y detalles en ciertos aspectos pero sin embargo también tenía algunos no tan buenos.
En cuanto a las instalaciones comunes (no puedo hablar del spa porque debido a la crisis sanitaria aunque estaba abierto y con medidas de seguridad no fui): eran muy buenas. La zona de piscinas tenía una de agua templada y otra de agua fría (y sí, era fría fría y cuando venías con mucho calor de la playa sentaba genial). Ambas eran suficientemente amplias para la cantidad de clientes del hotel. También disponía de un jacuzzi (que no lo utilicé porque con el calor no apetecía mucho) y tenía buena pinta al menos a la vista, aunque por la noche me sorprendió que, a diferencia de las piscinas donde te podías bañar, este estaba cubierto por una lona (que tampoco pregunté si aún así se podía descubrir y utilizarlo que quizá era interesante).
Por lo que a las habitaciones respecta: nuestra habitación era una doble de las que tenían una pequeña terracita que no daba a la parte común interior sino a la zona de fuera con la carretera y el parking enfrente. Tenía una entradilla que distribuía a habitación, sala de estar y baño (perdón por las fotos porque al llegar se me pasó hacer y las hice al irme así que la habitación no estaba en las condiciones normales). En cuanto a la sala de estar muy bien, con sofá y nevera (como la de todos los hoteles). Lo que echamos en falta es que no había luz de arriba y dependías de las lámparas de mesa que, a mí en concreto, no me parecen igual de cómodas y no dan la misma luz. El baño era algo antiguo, y tenía oxido en la parte del desagüe de la bañera y por una esquina se estaba cayendo polvillo del techo (manchando una de las baldas destinadas a dejar las cosas de aseo). Me parece que las habitaciones no era la parte que destacaba del hotel, era un hotel del que se esperaban unas ciertas calidades en las estancias y en la mía en concreto no eran las que había. Para mí es una de las cosas que más valoro en un hotel, que al fin y al cabo, lo quiero principalmente por la habitación.
El desayuno: muy rico y variado, cada día ponían una parte del buffet distinta. Tenía mucha fruta de temporada y perfecta de madurez. Cada habitación tenía su mesa y con buenas medidas de seguridad ahora con la crisis sanitaria. El desayuno en resumen, de 10 no, de 100.
El servicio del hotel: este es el gran punto fuerte del hotel. Tanto la gente de recepción como el director, muy agradables en trato y ayudaban en lo que hiciera falta. Cualquier consejo que pedías para visitar algo o comer en algún sitio en concreto, te lo daban y quedabas encantado con el sitio. Cualquier problema que tuvieras igual, resuelto al instante. Simplemente un servicio perfecto, no hay mucho que decir, lo que necesites lo tienes por su parte.
El trato con el personal fue inmejorable, nos sentimos auténticos VIPs. Los desayunos de ensueño, teníamos todo lo que queríamos y más. También nos regalaron un pase al SPA por habernos casado un par de días antes donde nos pudimos relajar. La sensación de privacidad, comodidad y calidez era constante.
Por la ubicación del hotel, se está muy tranquilo, ni un ruido.
Podría decir mucho más, pero en resumen, de los mejores sitios a los que se puede optar para desconectar y pasar unos días sin pensar en nada más que en la comodidad que Mikasa ofrece.
Volveremos ¡seguro!