BODEGAS PEDRO ROMERO
Estas bodegas de 1860, del nombre del famoso originador de la corrida de toros a pie, perpetúan cierta tradición. Recogidas por el sobrino de la actriz Katherine Hepburn, elaborarán el manzanilla («el vino del caviar» según Alain Dutournier del Carré des Feuillants en París) y el fino; los dos representan la mayor parte de la producción en estos terrenos secos y lápices, donde la caliza domina la arcilla y la arena y que se llama localmente albariza. Terrenos porosos donde la cristalización permite soportar las altas temperaturas. Entre estas brecosas que viajan bien, se notará también el moscat álamo, un pequeño delicio con un brindis de roquefort en el pan de especia, el palo cortado (nariz amontillado, boca oloroso, el que Stendhal prefía) representando globalmente un estilo en vías de extinción, un pluralismo de muy buen nivel. La leyenda quiere que su nombre provenga de Pedro Siemens, un soldado alemán de Carlos V que llevó a sus maletas a las Islas Canarias una cita de riesling del Rin. También hay algunos preciosos brandys de 5, 50 y 80 años de edad. Estos dos últimos se denominan Parte Azul del nombre de la madera de Costa Rica, marcada por azul a principios del siglo pasado para indicar la primera calidad de la madera, que servía para almacenarlos. También encontramos excepcionales vinagres de Xéres. Con unas bodegas dignas de interés (tanto en el nivel de la estética, de la arquitectura o de la historia) como de una visita en francés, lo suficientemente técnica para compartir y comprender las especificidades y complejidades de producción, estas bodegas valen el desplazamiento.