Gastronomía especialidades locales y vinos El Le Barroux

Después de un estrecho y sinuoso camino rodeado de matorrales y pinos, lo descubrimos, en la ladera de la colina, justo a la entrada de la pacífica abadía. Encontrará diversos panes de la panadería de los monjes de Le Barroux, vinos, surtidos de pasteles (de coco y de chocolate, especialmente hechos in situ), así como una selección de productos de otros monasterios, como los licores de las islas Lérins. Para garantizar su autenticidad, todos están etiquetados como MONÁSTICOS.

Desde el productor hasta el consumidor, no hay nada mejor que degustar la fruta madura, en este caso albaricoques y cerezas, las frutas emblemáticas de la región. Aquí, se recogieron el día anterior en el huerto de la propiedad. Para que conste, fue el bisabuelo de Alain Meyer quien plantó los primeros albaricoqueros en Le Barroux en 1900 Podrá llenar su cesta con fruta de temporada, aceite de oliva según la estación, néctar de albaricoque casero y mermelada de cereza y albaricoque.

La familia Carme se convierte en una visita obligada en Le Barroux. Sus conocimientos se han transmitido durante 5 generaciones, en la propiedad familiar que ha visto una sucesión de diferentes culturas. Los viticultores, pero también y sobre todo los agricultores. Su vida cotidiana es la vid, pero también los olivos, las frutas de temporada y la miel. Encontrará en su bodega côtes-du-ventoux rojos y rosados. Pero no sólo eso, producen su propio aceite de oliva, le ofrecen una degustación y le explican su proceso y el néctar de las cerezas en temporada.

Enóloga y master blender, Fanny comparte su pasión y su saber hacer, herencia familiar, con su marido, el destilador Jean-Baptiste. Como amantes del whisky, la creación de una destilería artesanal era una elección obvia cuando se hicieron cargo del château. Elaborados a partir del cereal emblemático de la región, el petit épeautre, los 5 whiskies de la gama tienen todos los sabores de la Provenza. Una interesante visita guiada para descubrir las etapas de la creación.

Una de las pasiones de Fanny, la propietaria del château, es el whisky, heredado de su abuelo, viticultor-destilador, y compartido con Jean-Baptiste, joven enólogo dedicado a los whiskies. Los whiskies tienen sabor local, ya que cada cuvée se elabora con un cereal emblemático de Haute-Provence: espelta pequeña de productores locales y cultivada según los principios de la agricultura ecológica. Las malterías son artesanales. Merece la pena visitarlo