En la más pura tradición alsaciana, las galletas, los kugloles y las mil pastelerías de azúcar helado se venden con entristecón, buen humor y sentido económico. Puedes llevar sus pasteles y comer en uno de los parques del barrio o aprovechar para pasear por el lado de la montaña Sainte-Geneviève o de la calle Mouffetard. Un paseo escarpado y rico en sorpresas, salmonetes, boutiques pintorescas y espacios verdes microscópicos y llenos de encanto con los niños como los padres. Nada como un buen sabroso que hace calor y bien en el estómago, cogido en familia, por un paseo en el que todo el mundo tiene materia para soñar…
¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.
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