Emilia y Franck (en la sala) le acogen en un entorno rústico y auténtico que recuerda a los antiguos bistrots. Onglet de ternera al chalote, nueces de cerdo confitadas a la cerveza, agujas de pato al balsámico blanco, hamburger cabra y pollo, tartare de salmón… Los platos son tradicionales y están elaborados con productos locales. En postre, sucumben delante de la crema quemada infada en el Rooibos, una delicia para consumir con un té o un café. El establecimiento cuenta con una impresionante bodega. Pedir asesoramiento, el propietario del lugar te responderá con pasión. Recuerda reservar tu mesa porque este lugar encantador suele ser asalto. El pequeño ruido del huevo duro, nombre dado por los antiguos propietarios, es un homenaje al poema de Jacques Prévert y los platos servidos son, por su parte, una oda a los ingresos de nuestras abuelas. Hay que descubrir sin moderación. Inteligente: Ahora el establecimiento propone vinos para llevar.
Opiniones de los miembros sobre LE PETIT BRUIT DE L'ŒUF DUR
Lors de notre passage une attente un peu longue et sans apéritif pour patienter mais nous avons apprécier notre soirée
Mis à part ça, rien a dire au niveau accueil et service