Monumentos a visitar Madagascar

De las catorce puertas de entrada(vavahady), siete antiguas y siete nuevas construidas por Andrianampoinimerina, solo se conserva una, de color rosa ocre por uno de sus lados y, bermellón por el otro, en el centro es de color tierra de Siena. Se necesitaron 16 millones de claras de huevo para construir el muro exterior: ¡se usaban como cal!

La vivienda real de Andrianampoinimerina (llamada Mahandrihono) se parece en muchos aspectos a la de su residencia en Antananarivo. En los tres pilares de palo de rosa se observan los niveles: el rey se escondía en el más alto cuando los visitantes entraban en su casa; dejaba que su esposa hablara con ellos, para juzgarlos mejor, y luego tiraba una piedra si accedía a recibirlos él mismo. Entonces la esposa real hacñia salir a los invitados y el rey podía bajar tranquilamente. Un dato importante: su graciosa majestad tan solo medía 1,45 m de altura.

La casa de Ranavalona III es encantadora, con sus balaustres lacados y sus balcones. Si el guía no lo hace, pídale que abra los cajones de los muebles de la habitación de la reina y le traduzca las inscripciones. Le leerá: «¡Ranavalona, dame un trabajo! ¡Ranavalona, concédeme un marido guapo! ¡Ranavalona, dame una larga vida! ¡Ranavalona, dame fortuna! ¡Ranavalona, concédeme una novia! ¡Ranavalona, dame un hijo!...» No escriba nada, está prohibido. Estos deseos están dirigidos al espíritu de la reina, que puede ayudar a los vivos.

Junto a la habitación de la reina, un mirador con ventanales vidriados domina el panorama. Esta es la sala del Consejo de Ministros. El gobierno se reunía allí alrededor de Ranavalona.

La vida de la ciudad (necrópolis real en realidad) estaba sabiamente organizada. Todos los grupos sociales estaban representados. Cada clan, que tenía un número limitado y definido de cabañas, estaba a cargo de un distrito y tenía que mantenerlo; del mismo modo, cada clan tenía campos de arroz y tenía que producir una cantidad mínima de este producto. Todos los habitantes participaban en la limpieza de la ciudad (inspecciones por los antily cada tres días). El bosque fue preservado porque era una fuente de riqueza importante (especialmente para la construcción): estaba prohibido cortar madera e incluso recogerla. No se podía beber alcohol, estaba prohibido fumar cannabis y había algunos productos que eran fady.

Recorra el recinto del rova, pasee por las fortificaciones, encuentre la piedra de los sacrificios(vatomasina) consagrada por el rey Andriantsimitoviaminandriandehibe (¡uf!).

Ambohimanga es un lugar de serenidad. Hay muchos otros restos arqueológicos esparcidos por la colina: tumbas reales en el exterior(Mahazaza), la fuente real de Adranomboahangy, la colina de Mangabe (donde se halla la tumba del adivinador-sanador-astrólogo), etc. Un día pasa rápidamente en compañía de la historia...

Una historia llena de acontecimientos, como lo demuestra el episodio de la exhumación de las tumbas reales ordenada por Gallieni en marzo de 1897. El general francés había decidido eliminar todos los símbolos de la soberanía de los Merina y mandó trasladar los restos reales de Ambohimanga a Antananarivo (incluyendo los de Andrianampoinimerina, Ranavalona I y Ranavalona II), justo un mes después de haber exiliado a la reina Ranavalona III. Un sacrilegio inconcebible. Los cuerpos fueron trasladados al palacio de los Reyes, donde se unieron a los de Radama I, que ya descansaba allí. Antes de que hubiera transcurrido un siglo, el 6 de diciembre de 1995, una nueva profanación (probablemente igual de criminal) selló aún más el extraño destino de estas reliquias soberanas.

En Ambohimanga hay algunos fady: los caracoles, los erizos, los caballos, los cerdos, las cebollas, el maíz, las calabazas y los riñones (!), pero también, como dice la tradición... ¡los europeos! No se preocupe: será muy bien recibido.

Este palacio de arquitectura clásica, el lugar de encuentro más famoso de la época colonial, es hoy un lugar de descanso que merece la pena visitar para tomar una copa al atardecer, mientras se disfruta de la piscina o del hermoso parque. La propiedad está bien cuidada, tal vez a la espera de algún trabajo de renovación algún día. Históricamente, el Hotel des Thermes fue la residencia del rey Mohammed V y su familia en 1954, cuando se encontraba en el exilio. La familia real pasó allí casi dos años, y regresó a su país en 1955, unos meses antes de la independencia de Marruecos.

Rodeado de un frondoso bosque, se alza un edificio circular de dimensiones impresionantes. En el siglo ^XIX, la manda de Mahavelona albergaba la guarnición del ejército real y la residencia del gobernador de Merina. Esta colina-fortaleza se construyó por iniciativa del rey Radama ^I con ayuda de Inglaterra a partir de 1822. Era el punto central del dispositivo estratégico compuesto por 5 ciudadelas encargadas de defender la costa este contra los intentos de invasión. La muralla del recinto, de 6 m de altura y 70 m de circunferencia, construida con una mezcla de polvo de coral y piedras aglutinadas con clara de huevo como cemento, está horadada por aspilleras donde permanecen cañones adquiridos a principios ^del siglo XIX y piezas de artillería fabricadas en Mantasoa. En el centro del círculo (también símbolo de armonía sagrada según la cosmogonía y la astrología malgaches) se erigieron las casas de los oficiales, los cuarteles y el arsenal. La manda, donde estaban estacionados 25.000 soldados del ejército real malgache, desempeñó un papel importante cuando los soldados merina y sus aliados repelieron los primeros intentos de invasión y los ataques franceses, primeras muestras de agresión colonial a finales del siglo ^XIX. El fuerte fue saqueado durante el periodo colonial: sus cañones se pueden encontrar en tiendas de coleccionistas, y fue parcialmente destruido: sus materiales se utilizaron en 1950 para construir la carretera que se convertiría en la RN 5. Desde lo alto de las murallas, desde el camino cubierto, la vista es magnífica.

La subida al Rova desde el centro de la ciudad es un paseo especialmente agradable.
Primero pasará frente al palacio de Andohalo, donde antaño se coronaba a los gobernantes (actualmente es un jardín público y un campo de deportes), y luego podrá descubrir la casa de Jean Laborde (la originaria de madera se derrumbó a principios de los años 1980).

Hacia el final de la calle Ravelojaona, un gran edificio domina la ciudad: es el palacio del Primer Ministro. Aquí vivían los Andafiavaratra, una poderosa familia plebeya. Y desde aquí Rainilaiarivony (hijo de Rainiharo), que fue sucesivamente el marido de tres reinas, gobernó hasta que el ejército francés ocupó Antananarivo. En 1960, el edificio se convirtió en la sede de la Presidencia de la República, pero un incendio lo destruyó en 1976. Hoy en día es un pequeño museo de historia en el que se pueden ver los objetos que se salvaron del incendio del Rova en 1995. Desde el frontón del palacio, las vistas sobre la ciudad ya son notables. Hibiscos, buganvillas y jacarandás: aquí la ciudad se convierte en una urbe de flores. Porches, balaustres, columnatas, galerías... Aunque varíen las formas de las casas, siempre predominan los colores rojos.
Después del palacio del Primer ministro, se pasa por una antigua oficina de correos de color ocre-rojo y se suben los últimos cien metros hasta el Rova. Y tras desviarse hasta el Rova, puede dirigirse al templo de Ambohipotsy, construido en la década de 1860, con su arquitectura típicamente inglesa. Poco después, el mirador ofrece una magnífica vista hacia toda la llanura de Betsimitaratra, donde se ubica Tana.

El palacio de la Reina es, de hecho, un verdadero complejo, compuesto por una necrópolis, cinco palacios monumentales y nueve tumbas. Construido originariamente por Andrianjaka en 1610, albergaba veintidós edificios de madera durante el reinado de Andrianampoinimerina. Posteriormente, los sucesivos monarcas intentaron embellecerlo. La única puerta de entrada (coronada por un águila de bronce enviada por Napoleón III a Ranavolana I) fue construida por el británico James Cameron en 1865.

El palacio de la Reina o Manjakamiadana («donde es agradable gobernar») es el monumento más famoso de Antananarivo. Fue erigido en 1867 por Ranavalona II sobre el palacio de madera originario, construido por Jean Laborde en 1839 (una estructura soportada por un pilar central de madera de palisandro de 39 m de altura que habrían transportado desde la costa este nada menos que 10000 esclavos). Estaba pintado de blanco y las balaustradas eran rojas y negras. Hacia 1870, James Cameron añadió cuatro torres esquineras de estilo italiano.

Tranovola («casa de plata»). Construida íntegramente en madera por Louis Gro en 1820 en varias plantas con terrazas, fue la residencia de Radama I. Jean Laborde la rehabilitó en 1845.

Manampisoa («todavía más bello»). Edificio construido para Rasoherina por el arquitecto inglés William Pool en 1867. Pintado en rojo y negro, esta serie de pasillos, balaustres, balcones y terrazas domina la Imerina. En el siglo XX se convirtió en un museo de la familia real.

Besakana («que protege bien»). Construido en 1800 para Andrianampoinimerina, fue utilizado para coronar a los monarcas y exhibir sus restos mortales.

Mahitsielafanjaka («el que es recto reina durante mucho tiempo»). La cabaña real de Andrianampoinimerina (con paredes de palisandro y techo de paja), que evoca su residencia en Ambohimanga, era un universo ordenado, racional y espartano, como este rey que, preocupado por la administración, la gestión y la unificación, despreciaba el lujo y la pompa. La cabaña contenía las pertenencias personales del rey, su cama y la de sus doce esposas. Este edificio ha sido reconstruido.

Tranofitomiandalana («las Siete Casas Alineadas»). Siete de los diez reyes que gobernaron Tana antes de Andrianampoinimerina están enterrados aquí. Los otros tres fueron, respectivamente, destronado, afectado por la lepra y derrocado.

Tumba de las Reinas. Un edificio de madera construido por James Cameron en 1868 para el eterno descanso de Rasoherina.

Tumba de los Reyes. Edificio de piedra construido por Louis Gros para el eterno descanso de Radama I. En 1897 Gallieni transfirió aquí las cenizas de Andrianampoinimerina y Radama II.

Podrás asistir a danzas tradicionales betesparakas, representaciones de canciones y de teatro, pero también descubrir los grupos de variedades locales. El programa está comunicado sobre el terreno.

El Palacio Real es la última residencia del rey betsileo del norte, Mpanalina II, derrotado por las tropas merinas de Radama ^I en 1811. Cuando estaba en uso, estaba rodeada por varios fosos circulares e incluía la casa del soberano (Tranovola), la de los consejeros (Tandapa), una especie de ágora común (Kianja) y dos tumbas. Hoy en día, las ruinas no son excepcionales, pero el paseo por los arrozales y campos de patatas es agradable.

Este fuerte, o más bien sus ruinas, domina la bahía de Farodofay (hermosa panorámica). La puerta de entrada data de 1643; aún hoy, es por aquí por donde los militares acceden al campamento de Flacourt. Puede aprovechar para visitar su museo, que recorre las costumbres y la historia del pueblo antanosy y su tumultuosa relación con Europa. A través de fotos y mapas, se hace un buen repaso a la historia colonial de la ciudad. Al comienzo de la visita, se observan los restos de una fortaleza construida por el gobernador de la ciudad entre 1768 y 1770 y restaurada en 1950.

Cerca del templo se alza la casa de la tromba, un edificio de madera donde se guardan objetos religiosos. Es posible acceder a ella (con el acuerdo de las autoridades).

Puedes solicitar una audiencia con el descendiente del rey. Si accede a recibirte, tendrás que descalzarte, ponerte un lambaoany, hacer ofrendas... sólo entonces serás admitido en el recinto sagrado donde se guardan las reliquias de los reyes, el último de los cuales murió en 1904. El baño de las reliquias reales tiene lugar a intervalos irregulares, en función de los oráculos.

El Doany es un lugar importante del culto sakalava de Boina, donde se conservan las reliquias de los reyes Andriamandrosoarivo, Andriamisara, Andrianamboniarivo y Andriamihanina. Estas reliquias - bigotes, uñas e incisivos - fueron ricamente decoradas por orfebres árabes. La cabaña donde se guardan contiene objetos de culto y pertenencias de los soberanos. La gente acude a rezar ante el relicario real, sobre todo los lunes y los viernes, los demás días es fady. Tras haber sido trasladado tres veces después del reinado de los reyes Sakalava, el monumento -una cabaña- se encuentra actualmente en Tsaramandroso. Se accede a él girando a la derecha por la carretera que lleva al centro universitario regional. La entrada al Zomba Be (recinto real sagrado) está sujeta a ciertos ritos y prohibiciones que no se exponen a la entrada: pies descalzos, sin gafas, pelo trenzado para las mujeres (una señora del pueblo se encargará de ello), llevar lamba (kitamby para los hombres, kisaly para las mujeres). Es muy recomendable llevar ron y velas (una caja). El donativo para el guardián depende de ti (entre 2.000 y 4.000 Ar). El guardián le invitará a entrar en su cabaña para darle la bienvenida y desvestirle. Es más que recomendable ir acompañado de un guía familiarizado con las costumbres y tradiciones. Una vez al año, en julio, las reliquias reales son bañadas en una grandiosa ceremonia a la que asisten miles de personas en un ambiente festivo, amenizado con música.

Esta roca, fortificada por los diversos ocupantes militares de la región, sirvió de puesto de observación. Ahora, tras subir por su antigua escalera (198 peldaños) se encontrará con un tranquilo mirador que ofrece un paisaje sobre el océano de gran belleza: el cabo de Antsiranana, el cabo de Ámbar, el canal de Mozambique, la Montaña de Ámbar, la montaña de los Franceses...

La pista, muy polvorienta, conduce a Ampasadinva (la bahía de Courrier), donde una playa muy bonita será el lugar ideal para relajarse del viaje y, por qué no, nadar un rato. La bahía tiene este nombre porque, antes de la fundación de Antsiranana, era el lugar donde atracaban los barcos que llevaban el correo y los paquetes. En 2017 la agencia Cap Nord Voyage inauguró un pequeño y económico hotel cuyos bungalós se levantaron en la arena. Ideal para pasar noches tranquilas frente al horizonte.

A pocos kilómetros de la entrada a Ranomafana, viniendo de Fianarantsoa, hay un mirador donde se pueden observar las sombras del bosque y una hermosa cascada. En el centro del pueblo, el puesto de recepción de Kianjamainto ("Centre d'interprétation") ofrece una buena introducción a la historia, cultura, fauna y flora de la región (si está abierto en el momento de la visita). A 2 km de la salida de Ranomafana, en dirección a Mananjary o Manakara, un arboreto presenta bellos ejemplares florales. No confundir con el jardín botánico de Kelilalina, más adelante.

A unos 7 km de Toamasina se erigió el más fuerte de la región. No quedan más que vestigios. Los cañones defendían la guarnición contra los ataques marítimos de los marines franceses y británicos. La colina rodeada de pantanos y sus alrededores es un paisaje fascinante.

En la entrada de la ciudad, un gran puente colgante de metal cruza el río Mananjary. Esta imponente estructura, al estilo de las construcciones de Gustave Eiffel, está rodeada de abundante vegetación. ¡Una parada para tomar una foto resulta imprescindible!

A lo largo de las carreteras y de las pistas que conducen al norte, al este o al oeste, podrás ver monumentos funerarios. Los más antiguos son reconocibles a las estatuas sagradas de madera esculpida que los adornan. Los más recientes están coronados por obeliscos de piedra. En otras partes, encontrarás piedras levantadas y acumulaciones de cebús de cebús. Aquí tampoco se olvidan los muertos.

Estas obras funerarias sólo tienen un papel de mausoleo (las tumbas se encuentran en otro lugar). Sin embargo, hay que visitar estos monumentos acompañados de amigos malgaches: los aldeanos son muy desconfiados. En efecto, cientos y desaparecen cada año de las estatuas sagradas, y estos vuelos no se deben a los turistas, sino a los traficantes de antigüedades del mercado mundial del arte.

El gran mercado de Ambatolampy es uno de esos grandes mercados tan típicos de las Tierras Altas, los jueves, y en menor medida los lunes. Para llegar, hay que desviarse a la izquierda de la carretera justo después del mercado de cebúes, viniendo de Antananarivo. Podrá cortarse el pelo al aire libre por muy poco dinero y comprar productos regionales: conejos, aves de corral, patos, pescado de río, magníficas frutas y verduras... Visitar el mercado de cebúes, aunque sea pequeño, también es una experiencia interesante en sí misma

El Boulevard Joffre es el principal centro comercial de la ciudad. Aquí se concentran bancos y oficinas de cambio, alquiler de coches, agencias de viajes, farmacias, tiendas de comestibles, etc. Para orientarse, pida a un rickshaw o a un taxi que le deje delante del Hôtel Joffre o del Bazar-Bé, y luego camine. El paseo marítimo bordea una bonita playa. Los lugareños se reúnen aquí a partir de las 15:00 h para pasar la tarde junto al mar. Pero atención: "Prohibido bañarse: tiburones". Entre la punta Asti y la punta Tanio, el bulevar Ratsimilaho, frente al puerto y el océano abierto, ofrece un hermoso panorama. Al caminar hacia el puerto, se divisa la bonita bahía de Toamasina. Antiguos edificios criollos de estilo colonial bordean el paseo marítimo bordeado de palmeras, sus fachadas ocres muestran el paso del tiempo.

Continuando por el paseo marítimo, se pasa junto a la Gran Mezquita y se llega al puerto, construido por un consorcio franco-alemán en 1934. Más al sur, a lo largo del bulevar Ivondro, la playa no es muy hospitalaria, ya que los mataderos atraen a muchos tiburones. Para bañarse, hay que ir más al Norte. En el centro de la ciudad, el gran mercado (Bazar-Bé) está muy animado. Aquí se puede hacer acopio de fruta, vainilla en rama, en polvo y en almíbar, clavo y canela. La artesanía regional está bien representada, con numerosos artículos de cestería ravinala, telas, lamba, etc. A lo largo del bulevar Ratsimilaho y la calle del Comercio, las callejuelas que bordean el puerto albergan almacenes. El aroma de la vainilla se mezcla con el del clavo. Si le invitan a visitar los almacenes en noviembre y diciembre, podrá ver cómo se empaquetan los lichis de Madagascar antes de partir hacia Europa. Cerca de allí, la plaza Bien Aimé es conocida como la plaza des Banians: estos árboles, plantados en los años veinte, ¡son realmente espectaculares! Este era el corazón histórico de Tamatave, donde se encontraba el pueblo de Ampasimazava. Se dice que aquí se rendía culto a los antepasados. No lejos de la estación, el Bazar Kely es un mercado bastante grande. Aquí, el asfalto pronto da paso a las pistas de arena. Comienzan los barrios obreros. La Avenue de l'Indépendance, la calle más ancha de la ciudad, es la sede de las autoridades locales de la región. Cerca del ayuntamiento se celebran con frecuencia bailes al aire libre. En su extremo marítimo, la avenida de la Independencia se une al bulevar Ratsimilaho.

Fort Dauphin, de ambiente tranquilo y agradable, es un lugar ideal para pasear. En el centro, un agradable paseo le llevará por la Rue Circulaire y la Corniche, con un merecido descanso en la playa de Libanona. La calle Circulaire bordea la falsa bahía de Galions y la playa de Faux-Cap. A veces se ven delfines mar adentro. La localidad alberga bellos ejemplos de arquitectura colonial; uno de los más bellos es la gran casa blanca de la familia Kaleta, rodeada de vegetación, no lejos del Hôtel Le Dauphin. Alrededor de la oficina de correos, los edificios ocres, las columnatas y los testimonios arquitectónicos del pasado merecen un largo paseo por la ciudad. Se recomienda visitar el barrio de los pescadores (Ampotatra). Si se parte a pie en dirección a la carretera circular que domina la playa de Libanona, hay que dedicar tiempo a explorar el barrio de la comunidad indopaquistaní. Entre la vegetación, la nueva mezquita con sus elegantes cúpulas atestigua el importante papel que desempeña esta comunidad en la economía local.

La playa más bonita y segura es Libanona, donde la puesta de sol es magnífica (subir al mirador que domina la playa a la izquierda, cerca de los bungalows Lavasoa). También se puede ir hasta Lokaro, donde el mar es más tranquilo. L'Anse Monseigneur y el emplazamiento del antiguo puerto: aquí se pueden ver pescadores y bajos rocosos (es posible practicar snorkel para ver corales, erizos negros, morenas y gobios saltarines).

Belo es el lugar donde se construyeron estas goletas de dos mástiles (a menudo llamadas "dhows"), maravillas del antiguo aparejo bretón, cuyos esqueletos están esparcidos por el pueblo. Doroté sabe todo lo que hay que saber sobre la construcción de estos barcos únicos, que aún hoy se fabrican a mano. Le acompañará a un astillero donde podrá ver trabajar a los artesanos. Dependiendo del tamaño de la goleta, se necesitan entre 2 y 8 años de trabajo Una visita obligada

La calle principal ("rue des Arcades"), en el centro de la ciudad, es ideal para pasear. Está repleta de soportales bajo los que se sitúan numerosas tiendas. Hay la mayor librería de la ciudad, joyerías, ferreterías y una farmacia. Esta calle desemboca en una plaza donde se entroniza un tamarindo muy imponente, frente al gran mercado y la estación de rickshaw.

En el centro de la ciudad, muy cerca del mercado, la plaza del ²⁵ aniversario es un gran cruce de caminos donde confluyen las arterias que conducen a los distintos barrios. En sus inmediaciones se puede contemplar una estela conmemorativa de la insurrección por la independencia de 1947.

Tulear está especializada en piedra y conchas, por lo que podrá traerse bonitos recuerdos. A continuación, puede ir al mercado de conchas, donde encontrará conchas de todo el océano Índico. Cuidado: algunas están prohibidas para la exportación.

Edificios coloniales. Cerca del museo universitario, en la rue de France, a lo largo del paseo marítimo y en las calles que confluyen en la plaza del Mercado, podrá admirar bellos edificios de la época colonial.

Mezquitas. Toliara cuenta con varias mezquitas. La más bella se encuentra cerca del mercado (girando a la derecha después de la plaza de la Independencia). Sus dos minaretes blancos se elevan hacia un cielo azul. Los viernes, la asistencia de la comunidad musulmana es máxima.

El Jardín del Mar. El paseo marítimo ha sido completamente remodelado, con unos cincuenta quioscos de venta de artesanía y una zona de exposiciones.