Qué ver y hacer Región De Corasmia

Situado a 2 km al suroeste de Khiva, el palacio de verano de Muhammad Rakhim Khan fue construido a finales del siglo XIX. Es un conjunto de tres cursos sutilmente decorados con maquillajes azules y rodeados de iwan detrás de los cuales se encuentran los apartamentos, como en los palacios de Ichan kala. El palacio también cuenta con una mezquita de verano y una mezquita de invierno. Una gran piscina aportaba frescura al conjunto. Aunque hace más de diez años, el palacio de verano, como el palacio de Nouroullah Bey, ya está dotado de ventanas europeas. Justo al lado, se puede visitar la residencia del Islam Khodja, con una arquitectura de influencia europea.

Su nombre proviene del pueblo donde se firmó el tratado de 1873 que vinculaba al kanato de Jiva con el Imperio ruso. Se encuentran en la calle Mustakillik, junto al palacio de Nouroullah Bey. Consisten en un solo pasillo flanqueado por dos torres más elegantes y bellamente decoradas con mayólica azul. De hecho, se trata de una reconstrucción total llevada a cabo por los soviéticos en la década de 1970, basada en documentos de archivo.

Construidas en el siglo XIX, están situadas en la calle Palvan Kari, que parte de las puertas orientales de Itchan Kala. Aunque su arquitectura recuerda a las puertas de Itchan Kala, su aspecto es mucho más macizo y libre de cualquier decoración de colores. Entre Palvan Darvoza y Koi Darvoza había un gran bazar donde se vendían animales como caballos, ovejas y camellos, y también esclavos. Hoy en día, un bazar sigue funcionando en Dichan Kala, todavía muy colorido, pero la mercancía ha cambiado, afortunadamente.
Saliendo de Itchan Kala por la puerta este, el bazar queda a la izquierda y dos minaretes se alinean con la puerta. El primero pertenece a la mezquita Sayyid Niyaz Shalikarbey. Este edificio fue construido entre 1835 y 1845, lo que lo convierte en uno de los minaretes más antiguos de Jiva. Su parte superior acampanada, decorada con iraquíes, pequeños nichos tallados en la estructura para dar relieve a las decoraciones, se parece más a los minaretes del Registán, en Samarcanda, que al resto de minaretes de Jiva. Un poco más adelante, el alminar Palvan Kari, de 21 metros de altura, es tres metros más bajo que el anterior. Y también es más reciente: fue erigido en 1905 y toma el nombre del rico comerciante que emprendió su construcción, así como de la madrasa y la mezquita adyacentes. Con una arquitectura más sencilla que la anterior, parece más macizo y su corona de iraquíes es menos imponente. Mirando hacia la ciudad antigua se puede ver la impecable alineación de estos dos minaretes de Dichan Kala con el minarete de la mezquita de los Viernes en Itchan Kala. Un poco más lejos se alza la mezquita Abd-al-Bobo, que alberga algunas tumbas antiguas, incluida la de Khorezmshah Atsiza de Gurganj, del siglo XII. El mausoleo fue construido en los años posteriores a la conquista árabe para albergar el cuerpo de Abd al-Bobo, nativo de Bujará y un gran predicador en Jiva.
Construidas en 1912, Kosh Darvoza, o «Las dos puertas», son las del norte, que dan a la carretera de Urgench. Están situadas poco después del hotel Sabir Arkonchi y constan de dos arcos flanqueados por tres torres decoradas con cerámica azul.

Frente al mausoleo de Pahlavan Mahmud se levanta la madrasa Shirgazi Kan, construida en 1726 y que alberga un Museo de Medicina dedicado a Avicena y a Al-Juarismi. El feto de dos cabezas sumergido en formol tiene más éxito entre los visitantes que los paneles explicativos. Sobre la entrada, una inscripción reza: «Acepto la muerte a manos de los esclavos». Fue grabada después de la muerte, en el interior de la madrasa, de Shirgazi Kan. En efecto, utilizó esclavos persas y supervivientes rusos de la expedición del príncipe Bekovitch para construir esta madrasa, prometiéndoles la libertad tan pronto como terminaran. Sin embargo, para conservar su talento a su servicio, retrasaba constantemente el plazo de entrega y hacía que la obra se alargara. Un día, cuando vino a supervisar el trabajo, los esclavos, enojados, lo apedrearon con ladrillos. Al final de la calle a la izquierda, la madrasa Matrazulbey Mirzaboshi alberga una pequeña tienda de recuerdos donde se pueden encontrar alfombras y ropa vieja, así como suzanis. Al girar a la derecha, se regresa a la calle principal a lo largo de los talleres de talladores de madera y se pasa frente a una pequeña fábrica de seda que hay en la madrasa de Yaqubay Khodja.

A la derecha, al entrar en el palacio de Tash Khauli, hay un pasillo que conduce a la sala de audiencias, o ishrat khauli. El carruaje negro expuesto al final del pasillo es un regalo de Nicolás II a su vasallo oriental, el último kan de Jiva, Asfandiar Kan. Sufría una enfermedad vergonzosa y su médico, que quería conservar su cabeza, le habría dicho que la única manera de curarse era acostarse con jóvenes vírgenes... Solía moverse por la ciudad con este carruaje, al que los habitantes apodaron «la muerte negra». La sala es un patio cuadrado flanqueado al sur por un iwán de una sola columna, con decoraciones tan admirables como las del harén, obra de Abdullah Djinn, el genio que también decoró el mausoleo de Pahlavan Mahmud.
Había dos emplazamientos para yurtas, disponibles para recibir a los invitados en invierno. Cruzando un laberinto de corredores se llega a la sala del tribunal, o arz khauli. Y para aquellos que no hayan admirado la mayólica de los iwán en el harén o de la sala de recepción, el arz khauli ofrece una extraordinaria tercera oportunidad. El tribunal tenía dos salidas, una para los absueltos y otra para los condenados. El kan recibía a veces en una yurta situada en una elevación de ladrillo en el centro del patio. Al fondo de este patio, una pequeña puerta da acceso a oscuras galerías donde se exponen diversas puertas y columnas recuperadas de varios monumentos de Jiva.
Subiendo por la calle principal, si gira a la izquierda justo por la calle antes de la mezquita de los Viernes, le conducirá a la parte sur de Itchan Kala.

La entrada al «palacio de piedra» se encuentra en un callejón a la izquierda justo después de la madrasa Koutloug Mourad Inak. La ciudadela en el corazón del centro de la ciudad, Tash Khauli, fue construida entre 1831 y 1841. Al abrigo de altas murallas, el kan hizo levantar este nuevo palacio, que incluía una sala de audiencias, edificios administrativos, apartamentos reales y un harén. Nurmuhamad Tadjikhan, el desafortunado arquitecto que firmó esta magnífica obra, sufrió un destino poco envidiable pero frecuente en su profesión. Tuvo la insolencia de decirle al kan que era imposible terminar el palacio en dos años; en represalia, el kan decidió empalarlo. Su sucesor probablemente prometió ser más rápido, pero le llevó ocho años completar el trabajo. Los artesanos de Corasmia eran famosos por la calidad de sus decoraciones de mayólica y  madera; el iwán del harén, así como los de la sala de juicios y la sala de audiencias, son el mejor ejemplo de su perfecta maestría. A partir de 1841 el «palacio de piedra» se convirtió en la residencia principal del kan de Jiva.

Al oeste, la madrasa Kutlug Murad Inak fue construida entre 1804 y 1812, bajo el reinado de Kutlug Murad Inak, por el abuelo de Allah Kouli Kan. El kan Kutlug Murad Inak quería ser enterrado en esta madrasa, pero la muerte le sorprendió cuando estaba en Dichan Kala, la ciudad exterior. La ley prohibía la entrada de un muerto en el centro de la ciudad, pero Allah Kouli Kan encontró una salida a este problema «fronterizo» y ordenó demoler la muralla que separaba la madrasa de la ciudad exterior. Ya no había ninguna razón por la que el kan no pudiera ser enterrado en el vestíbulo de su madrasa. Fue la primera madrasa de Jiva en tener dos pisos de celdas. Otra particularidad es que está construida sobre una anterior madrasa que data de 1688: la madrasa Khodjamberdibi que, durante la nueva edificación, se amplió y rebautizó como Khurdjum. Se quitaron las cúpulas y la puerta, y se perforó un pasaje en el medio. Actualmente se utiliza como terraza frente a la puerta de la madrasa Kutlug Murad Inak. Los arcos de las celdas son visibles frente a la gran madrasa. El gran pozo subterráneo de su patio suministraba agua pura a todo el centro de la ciudad. Hoy los niños van a buscar los billetes que los peregrinos tiraron allí y ya nadie bebe su agua. En temporada, un titiritero ofrece aquí su pequeño espectáculo para los turistas, y por esto se han colocado algunos bancos en el patio.
La madrasa Allah Kouli Kan fue construida en 1834 frente a la de Kutlug Murad Inak, formando la pareja tradicional de las kosh madrasas. Es una de las más grandes de la ciudad y albergaba la biblioteca de Jiva. En su momento, Allah Kouli Kan quiso reorganizar completamente la entrada este de la ciudad. Hizo demoler los muros del centro de Jiva para levantar una serie de edificios comerciales y religiosos. Así trasladó el centro de la ciudad cerca del palacio Tash Khauli. El nuevo complejo incluía un gran caravasar, un tim (mercado cubierto), baños, así como una madrasa y una mezquita. El caravasar fue transformado en un supermercado por los soviéticos. ¡Una curiosidad! Tiene vistas sobre un tim con catorce cúpulas. Una galería con seis cúpulas recorre la madrasa Allah Kouli Kan y conduce a Palvan Darvosa, la puerta oriental, que da a la ciudad exterior y al bazar. La madrasa Allah Kouli Kan no tiene nada realmente interesante, excepto su majestuosa puerta de color azul profundo. En el interior, alrededor de un patio rectangular de 30 por 34 metros, las celdas están distribuidas en dos plantas, como en la madrasa Kutlug Murad Inak.

Situada al este de la mezquita de los Viernes, la madrasa Abdullah Kan fue construida en honor al kan de 17 años que murió luchando contra los turcomanos tras cinco meses de reinado. La madrasa alberga un Museo de Historia Natural y cada una de sus celdas está organizada en torno a un tema: algodón, seda, frutas... El museo también cuenta con una rica colección de animales disecados, entre ellos aves y reptiles. Algunas curiosidades divertirán a los aficionados, como ¡una oveja con dos cuerpos! Frente a la madrasa, la mezquita Ak, de 1838, fue erigida sobre cimientos que datan de mediados del siglo XVII, contemporáneos a los baños de Anusha Kan, situados justo al lado y todavía en uso. La pequeña mezquita, flanqueada por un minarete, está rodeada de iwán por tres de sus lados. Está cerrada a los visitantes. Justo antes de llegar a la puerta este, se abre una plaza a la izquierda donde se enfrentan dos madrasas.

La plaza principal, frente a las puertas del palacio, albergaba desfiles y ejercicios militares, así como las ejecuciones. En el centro de la plaza había un agujero para evacuar la sangre durante las ejecuciones masivas, como las de 1717, cuando los tres mil soldados rusos de la expedición del príncipe Bekovitch y el propio príncipe fueron decapitados. En el rincón oeste se puede visitar una prisión insalubre que data del siglo XIX, el Zindan, una prima hermana del agujero de ratas de Bujará donde los desafortunados convictos se pudrían y eran abandondonados. Se exponen pequeñas ilustraciones de los diferentes estilos de tortura: lapidación, una bolsa llena de serpientes, bajada a propulsión desde la parte superior del alminar, etc. Al norte de la plaza, en el patio de una casa privada, se puede ver el alminar Tura Murad Tura, que lleva el nombre del hermano de Muhammad Rahim Kan II, el kan de Jiva desde 1864 hasta 1910. Construido en 1888, su pequeño tamaño (nueve metros) le da un aspecto de barril y parece desproporcionado en comparación con las ventanas. Originariamente flanqueaba una mezquita con el mismo nombre.

Construida en 1851 bajo el reinado de Mohammed Amin, fue una de las madrasas más grandes de Asia Central, con un patio de 38 metros cuadrados y un edificio de 72 por 60 metros. Una construcción a imagen y semejanza del kan, el líder más ilustre de Jiva: conquistó Merv e impuso su ley al belicoso Tekke antes de morir decapitado durante una batalla en la frontera iraní. Dejó a Jiva expuesta a los ataques de los nómadas durante las décadas siguientes. La construcción del impresionante edificio requirió que, para hacerle sitio, se destruyera una parte de las murallas de la fortificación. Las 125 celdas distribuidas en dos plantas albergaron a 260 estudiantes hasta 1924. Los tímpanos del portal superior y los dos pisos de la fachada están decorados con motivos de mayólica azul. La construcción de la madrasa ofreció a los historiadores soviéticos una ilustración de la lucha de clases bajo los kanes. En efecto, después de dos años de trabajo agotador, los obreros, que no recibían dinero, se rebelaron: la mayoría de ellos eran campesinos, ya no podían cuidar de sus campos y la hambruna se avecinaba. La revuelta fue reprimida al estilo local: Matiakub, el líder de la rebelión, fue envuelto en una piel de bestia húmeda y enterrado vivo bajo los cimientos del minarete. La historia reciente de la madrasa no es necesariamente más alegre, ya que los soviéticos la convirtieron en una prisión en las décadas de 1930 y 1940. Hoy en día esta madrasa acoge al hotel Orient Star y puede albergar a un centenar de turistas.

«Las puertas gigantes», o puertas del este, construidas entre 1806 y 1835, son las más antiguas de la ciudad. Forman un pasaje abovedado con seis cúpulas que conduce al casco antiguo. A la izquierda de las puertas, frente a Itchan Kala, estaba el mercado de esclavos. En las hornacinas que hay a ambos lados del pasillo se encadenaban los esclavos que habían intentado escapar mientras esperaban un destino fatal: a partir de 1840, ante estas puertas y frente al mercado, se golpeaba o ejecutaba a los convictos.

" Las puertas dobles ", o las puertas del norte, construidas a principios del siglo XX.

«Las puertas de Pedro», o puertas del sur, fueron construidas en 1830 por Alla Kuli Kan. Eran el punto de llegada de las caravanas procedentes del mar Caspio. Hoy el lugar está generalmente desierto y ofrece un espectáculo increíble, especialmente en temporada baja.

«Las puertas del Padre», o puertas del oeste, eran la entrada principal de la ciudad. Alojaron un bazar y también acogían a los cambiadores de dinero. Destruidas en 1920, fueron restauradas en 1975 por los soviéticos. A través de estas puertas, los turistas comienzan su visita a la ciudad vieja, y allí compran las entradas para poder acceder a todos los monumentos (excepto al minarete, a la torre de vigilancia y al mausoleo).

Aparece como un pueblo de casas blancas aisladas en el desierto, al pie de una montaña. Un gran cementerio rodea el mausoleo de Sultan Uvays Bobo, un gigante de doce metros de altura. Los habitantes de la zona podrán llevarle a los cercanos montes Sultan Uvays para mostrarle la huella de sus pies. Es un famoso lugar de peregrinación que ha mantenido una atmósfera atemporal.

En poco más de 6000 hectáreas hay liebres, ciervos, lobos, jabalíes, gatos del desierto, zorros y bandadas de aves de todos los colores. Creada en la década de 1970, esta reserva es todo lo que queda de un bosque originariamente cinco veces más grande que desapareció cuando los soviéticos dieron cabida a los campos de algodón. Es posible pasar un día entero con un guía o, incluso, montar a caballo. Para asegurarse de ver algunos animales, el amanecer y el atardecer son los mejores momentos. Los guardias de la reserva le permitirán acampar en los lugares que le indiquen, pero recuerde traer todo lo necesario para comer y beber. No hay nada para comer en el lugar.

Encaramadas en una colina, las murallas de Chilpik Kala dominan la estepa desértica. Antes de ser una ciudadela, fue sobre todo una torre del silencio: un lugar donde se velaba a los muertos según los ritos zoroástricos. Los cadáveres se descomponían allí al aire libre, y solo los huesos eran recuperados después por los familiares. Se construyó entre los siglos II y IV, pero siguió utilizándose en siglos posteriores. El lugar puede visitarse de camino a Nukus, desde donde es claramente visible en el lado izquierdo de la carretera.

De esta ciudad fortificada, que data de los siglos IX al XIV, todavía quedan impresionantes secciones de la muralla y parte de las salas del dekhan. Como inmensas esculturas, se alzan en la orilla del Amu Daria, dominando el desierto por un lado y el bosque de Bala Tugaï por el otro. En la sección transversal se aprecia la técnica de construcción de los muros de tierra y ladrillos, entre los que colocaban capas de paja. Aunque esta solidez no salvó a la ciudadela de la destrucción, aún permite que sus ruinas se mantengan en pie siete siglos después. Si va en agosto, tendrá la oportunidad de ver a los únicos ocupantes de la ciudadela, águilas que anidan entre los postes de madera que se extienden más allá de las murallas. El primer uso de estos postes fue para colgar a los condenados. La desolación del lugar inspiró al escultor Joldasbek Koumimouratov, el más famoso artista de Karakalpakstán y compañero de Savitsky, para convertirla en una ciudad de artistas. Los sueños son lo que son, y las ruinas quedaron abandonadas. Si ve a alguien en la fortaleza, pregúntele sobre la roca negra que aflora detrás de las murallas, en el centro de la ciudadela. Según observadores informados, crece año tras año en un espesor aproximado de cinco dedos extendidos. Uno de los misterios del desierto.

Esta ciudadela, fundada en el siglo III a. C., está hoy situada justo al lado de la carretera. Sus murallas, particularmente erosionadas, parecen dientes de sierra. Como en Guldursun, el interior de las murallas es completamente plano y permite ver la gran extensión de territorio que protegía la fortaleza. El complejo fortificado consta de dos alcazabas, la más pequeña de las cuales se encuentra entre Kirkiz Kala y Ayaz Kala, cuya fotogénica silueta se puede ver desde las murallas.

Ayaz Kala es, sin duda, uno de los lugares más impresionantes. El complejo consta de tres ciudadelas encaramadas en colinas de diferentes alturas. Al pie de las colinas hay rastros de viviendas y de riegos. Las ruinas ofrecen una vista admirable del desierto circundante y de los montes Sultan Uvays, así como del lago Ayaz, que desafortunadamente tiende a desaparecer. Las alcazabas han conservado buena parte de sus murallas y algunos trabajos de consolidación nos permiten ser optimistas sobre su durabilidad. Durante todo el año se puede almorzar, o incluso dormir, bajo las yurtas instaladas detrás de las ciudadelas. Ideal para una noche en el corazón del desierto o para un corto paseo en camello.

El más famoso de los yacimientos arqueológicos, junto con el de Toprak Kala, pero también de los más decepcionantes ya que las pocas ruinas que quedan, acosadas por la vegetación e invadidas por el ganado, luchan por despertar las mismas emociones que Ayaz Kala o Djambaz Kala. Sin embargo, si va acompañado por un buen guía, este podrá hacerle revivir por un momento el valor e historia de esta ciudadela, que muestra una forma circular y que ha conservado un pequeño laberinto de salas cuyos cimientos aún se pueden observar. Probablemente construida en el siglo IV a. C., la ciudadela de Koi-Krilgan fue, durante mucho tiempo, un lugar de culto y observatorio zoroastriano. Le recomendamos encarecidamente que dedique algún tiempo a ir a ver la maqueta de su reconstrucción que hay en el Museo de los Pueblos de Uzbekistán, en Taskent, para hacerse una verdadera idea de su extensión.

Una fortaleza en ruinas que data del siglo I a. C. Toprak Kala es la única ciudadela en la que se cobra entrada, pero no importa pagar los 3000 som para descubrir este increíble lugar. En el siglo II se convirtió en la capital de la región, bajo los kushán, y fue atacada repetidamente por los hunos heftalitas que, al destruir los canales de irrigación, derrotaron a la ciudad real. Alrededor del siglo VI cayó en el olvido. Dirigidas por el profesor Tolstov, las excavaciones arqueológicas comenzaron justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Los frescos que se descubrieron se hallan ahora en San Petersburgo. Allí, el Museo del Hermitage ha fagocitado o protegido, según las interpretaciones, la mayoría de los testimonios de las antiguas culturas de Asia Central. Sin embargo, en el museo de Nukus se expone una colección de objetos hallados en las excavaciones realizadas por Igor Savitsky. Aquí, en Toprak Kala, todavía se pueden ver las huellas de las muchas salas y jardines del palacio real, incluyendo la sala del Rey, la sala de la Victoria y la sala de la Guardia Negra, e imaginar lo que era un templo de adoradores del fuego o cómo eran las grandes casas de clan que reunían a familias de más de cien miembros bajo un mismo techo.

Un primer yacimiento rodeado de murallas se denomina pequeño Guldursun. El gran Guldursun está a diez kilómetros por la misma carretera. Las fortalezas controlaban y protegían los canales de riego. Una leyenda cuenta cómo la hija del dekhan que gobernaba la ciudad se enamoró de uno de los enemigos que asediaba el lugar, y cómo traicionó a su propio pueblo al permitir que el ejército enemigo entrara en las murallas. La desafortunada mujer fue abandonada por su amante y la ciudad cayó en manos de los enemigos. La misma leyenda se cuenta en Mizdakhan, la ciudad antigua cerca de Nukus.

La familia Bavianov, con sede en Jiva, dispone de diez coches nuevos y confortables, todos ellos con aire acondicionado. Los hombres de esta familia han trabajado como conductores en la región durante años, y con el paso del tiempo mantienen su buena reputación. Gulam es joven, dinámico y habla un poco de inglés. Lo mejor es que conoce la región como la palma de su mano y no se perderá en los caminos del desierto, a veces complicados y un poco ocultos.

Aquellos que no han quedado suficientemente deprimidos por el espectáculo de Moynaq pueden ir hasta Uchsay, unos diez kilómetros más al norte. Colgado en el flanco de una duna gigantesca, este pequeño pueblo ni siquiera tiene acceso al agua corriente. La obtienen de pozos artificiales perforados en el suelo y protegidos con viejas láminas de metal oxidado. Cuando no llueve envían a los niños a los charcos para recoger agua, incluso a sitios por donde han pasado los coches o ha bebido el ganado. Al final de la aldea, un pequeño campamento base reúne a los trabajadores del gas, sin que por desgracia tengan mucho trabajo en la región. En el subsuelo del mar de Aral todavía se está perforando, y en el horizonte de este nuevo desierto, alrededor de Uchsay, se pueden ver más de diez torres de perforación. Muchos esperaban que el subsuelo del Aral pudiera ser tan rico como el del Caspio y, de hecho, en ese sentido, nadie ha tenido realmente ningún interés en salvar este mar.