Los mejores restaurantes Llívia

Can Ventura es imposible de pasar por alto si se pasa por Llívia. Situado en la Plaça Major, el edificio impresiona por su aspecto: un alto bloque de piedra antigua con tres balcones de hierro forjado adornados con flores que dan a la plaza principal del pueblo. La sala de servicio tiene cierto caché, con sus pesadas vigas en el techo, cuadros que representan escenas de la vida del pueblo en tiempos pasados y un ambiente tenue. La cocina es tradicional catalana de montaña: desde Trinxat a croquetas cas eras, pasando por un buen arròs de montaña y platos de carne a la brasa. Cuando hace buen tiempo, la terraza es una delicia.

El Tupi es el bar-restaurante frecuentado por los habitantes del pueblo. De hecho, es el lugar donde hay que estar si se quiere comer bien a un precio muy razonable. Toda la familia Palacios trabaja duro y ofrece un menú copioso que cambia cada día. No hay que perderse el bacalao gratinado que se sirve todos los viernes. El lema del lugar es "mantén la calma y disfruta" y se puede apreciar el inimitable ambiente amistoso español. Para el almuerzo y la cena, todas las clases se mezclan y disfrutan de los manjares con una copa de vino o cerveza.

Abierto desde 1989, esta pizzería propone excelentes versiones artesanales de la torta italiana. También en el menú hay algunos deliciosos crepes. Posibilidad de pedir sin gluten.

Abierto por dos jóvenes cocineros formados en los mejores restaurantes de España, Trumfes ha conquistado rápidamente a los habitantes de Llívia y a los gastrónomos visitantes. Pau y Alex han convertido la cocina catalana en una forma de arte: los platos están bellamente ejecutados y son divinamente buenos. La carta de vinos es muy ecléctica y está llena de preciosas pepitas que nos enamoraron. Estos dos chefs son jóvenes, tienen talento y están llenos de ideas. Nos gusta su sencillez, la cálida acogida y el cuidado de la decoración. Es fino y elegante y el precio es muy razonable.

Dirigido por una pareja tan amable como inspirada, este pequeño establecimiento tiene el aire de un chalet de montaña y ofrece una cocina elaborada con productos típicos de la región, con un toque de originalidad añadido. De hecho, los platos son pequeños pero copiosos y se combinan a modo de tapas, lo que permite probar muchas de las excelentes preparaciones de Madame, que está en la cocina. En cuanto a Monsieur, él provee el servicio, en francés. El menú cambia muy a menudo para que se puedan descubrir nuevos sabores. Un pequeño restaurante muy bueno y sorprendente.

Este restaurante es una referencia culinaria en la región. Esta reputación se basa en la calidad de los productos ofrecidos, ya sean carnes o verduras. En efecto, es en su propia granja situada a menos de un kilómetro del restaurante donde producen la carne, las verduras y los caracoles. El resultado es una carta muy variada que permite apreciar caracoles estofados, cordero lechal o un buen plato de setas cuando llega la temporada. También apreciamos la calidad del servicio. No olvide reservar, ya que se trata de una dirección muy popular.

Un cambio de imagen total y una restauración para realzar la estructura de madera y granito de esta casa de campo, que fue a su vez bar, restaurante y club nocturno. Hoy en día, uno viene a Rita Porta para degustar un muy buen menú que mezcla "mar i munt" y para admirar los espacios interiores y, en particular, la amplia sala de la^1ª planta. En el plato, las cantidades son generosas (como suele ocurrir en la Cerdaña), los platos son sabrosos, el servicio es sonriente y la cuenta nunca es abultada. El menú incluye una botella de vino ecológico. Una agradable sorpresa.

Te encantará la calidad y cantidad de los productos que sirven en este Esquirol, que significa ardilla en catalán. Podrás degustar suaves embutidos de la tierra, bacalao tierno como la mantequilla y calamares realmente suculentos. Y todo por un precio muy razonable, ya que Eduardo, el propietario, se empeña en ofrecer precios muy razonables. Tampoco hay que preocuparse por el servicio, ya que la mecánica está bien engrasada, la espera es corta y siempre hay una sonrisa en la cara, a pesar de que el restaurante rara vez está vacío. Y por si fuera poco, el xarrup corre por cuenta de la casa.