Este es el lugar ideal para los que buscan paz y tranquilidad (aunque en temporada alta, la paz y la tranquilidad son relativas) y quieren vivir en modo bohemio uruguayo. Uno viene aquí a tomar el sol en playas salvajes, a hacer surf, a practicar senderismo en un paisaje virgen de pinares y grandes dunas, a pescar frente a la colonia de apáticos leones marinos en las rocas... Pero también dormir la siesta en su hamaca frente a su rústico rancho, cocinar en un viejo hornillo el pescado recogido de los pescadores el mismo día, con unas pocas verduras escogidas a conciencia en una de las dos tiendas de ultramarinos sin edad del pueblo, pasar las veladas a la luz de las velas por la pequeña calle principal, explorar las casas de los lugareños transformadas en extravagantes restaurantes y bares bohemios donde resuena la música acústica durante toda la velada, prolongar la fiesta en la playa hasta altas horas de la madrugada mientras se contempla el memorable cielo estrellado sin contaminación lumínica... Hoy, este pueblo es como un pequeño secreto, muy popular entre los veraneantes hippy-chic de Montevideo en busca de tranquilidad y entre los turistas que han oído hablar de su existencia. Porque no hay duda: por Cabo Polonio sopla un viento de libertad. Este pequeño pueblo de coloridas casas de madera, plantadas anárquicamente sobre dunas de arena blanca y verdes prados alimentados por arroyos, es un lugar mítico de la costa atlántica uruguaya. Recuerda más a un pueblo irlandés perdido en una costa escarpada que a una aldea latina en la frontera con Brasil. Dominado por su faro blanco en el cabo que une sus dos calas habitadas, playa Sur y La Calavera (o playa Norte), su clima es duro en verano porque aquí no hay árboles, el sol es abrasador y el viento sopla con fuerza. Rodeado de un entorno natural formado por un parque nacional de pinares y dunas protegido desde 2009, el pueblo ha sabido conservar su autenticidad, con sus ranchos de madera y su entorno: no hay agua corriente (pasa un camión cisterna para abastecer las cabañas) ni electricidad (generador, energía solar o hidráulica para los más cómodos). Aquí no hay hormigón (sólo arena), chozas de madera o de construcción dura pero siempre muy minimalista, ni coches, motos u otros vehículos motorizados (salvo los buggies que dejan a los turistas). Se atraviesa todo el pueblo en pocos minutos. El lugar alberga también una característica notable: colonias de lobos marinos han fijado aquí su residencia durante todo el año, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única de observar a estos majestuosos animales en su hábitat natural.

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