ABADÍA DE SLIGO

La visita a la abadía de Sligo merece la pena sobre todo por su claustro y la rareza de su bóveda, oscura y húmeda como una galería subterránea. Pero la historia de este monumento no está exenta de giros. La abadía dominica fundada en el siglo XIII por Maurice Fitzgerald (quien también fundó la ciudad de Sligo), fue destruida por un incendio accidental y reconstruida en el siglo XV. Fue incendiada de nuevo en 1642 cuando los soldados de Oliver Cromwell atacaron la ciudad. Los monjes fueron enviados al exilio en 1698, cuando la abadía fue confiscada por la Corona. Finalmente, en el siglo XVIII, un comerciante local llamado Thomas Corcoran se tomó la libertad de extraer materiales de la abadía para construir casas en los alrededores.

En la iglesia, a cielo abierto, no se pierda la imponente estela funeraria de los O’Connell (1624) y, frente a la entrada, el monumento de los O’Croans que, alrededor de un Cristo en la cruz, ordena (con un trazo de cincel que podría pensarse que procede de una mano románica, mientras que data de principios del siglo XVI) a la Virgen María y a algunas figuras de santos. El altar de piedra del siglo XV, finamente decorado con hojas de uvas y rosas (del siglo XV), es el único ejemplo que se conserva de un altar tallado en una iglesia irlandesa. En algunas de las columnas del claustro (siglo XV) hay varias tallas pequeñas: una cabeza de carnero y un rostro coronado por el «nudo de Amor», un símbolo que representa el vínculo entre el amor terrenal y el espiritual, utilizado por la tradición local como piedra de los deseos.