En el lejano oeste de Europa, contra los vientos y la lluvia, frente al océano, se encuentra Irlanda: una tierra de orgullo y pasión. A pesar de la hostilidad del clima y de los elementos, Irlanda sigue siendo una región única que atrae un poco más de visitantes cada año. El origen de este éxito fue la calidez del pueblo irlandés. Una isla como un concentrado de paisajes. Naturaleza insolente y salvaje, nada parece haber cedido bajo la mano del hombre. Puntuado por verdes praderas que se adentran en el mar, páramos hostiles, bosques encantadores, lagos fantasmales, el entorno de la isla es incuestionablemente libre; un término que también describe a la perfección al pueblo irlandés que ha trabajado durante siglos para construir su libertad. La historia irlandesa, más que en ningún otro lugar, está sellada en piedra y los espejismos del pasado, como si emergieran de la niebla, recuerdan una historia dolorosa: los guetos de Belfast, los muelles de Dublín, el infierno de Connemara.... Corrientes de Guinness, canciones ancestrales de los celtas, pelirrojos, un juego salvaje de hurling o rugby.... los isleños hacen todo lo que pueden para hacer que la gente descubra y aprecie esta magnífica tierra que tanto aprecian. En sus canciones y leyendas, cuentan la historia del país con tantos sentimientos que contaminan al caminante atento en tiempo récord. El espíritu recalcitrante puede resistir, pero tirará sus armas empujando la puerta de un pub Calidez y hospitalidad son las palabras clave de esta estimulante isla, en las fronteras de Europa.