LAVRA-UDABNO

El primer complejo que hay que visitar es Lavra-Udabno. Lavra es el monasterio más grande, está fortificado y es la base de los monjes que viven hoy en Gareja. Los monjes son bastante estrictos, pero le dejarán entrar. Las fortificaciones tienen una atalaya del siglo XVIII. El pórtico de entrada es un monumento famoso; en él una inscripción describe la relación de los monjes con la naturaleza. Al entrar, verá a la izquierda la pequeña iglesia de San Nicolás, del siglo XVII, la única no troglodita del complejo. Enseguida se desemboca en el patio central, donde están las cuevas que habitan los monjes; son las primeras cuevas acondicionadas por David y sus discípulos. Baje al patio; exactamente bajo la iglesia de San Nicolás se encuentra la iglesia troglodita de la Transfiguración (Peristsvaleba). Las tumbas de David, Dodo y Lukiane están allí. Por encima de la plaza se halla un conjunto fortificado separado. Allí viven los monjes y no se puede entrar.

Para subir a Lavra y no atravesar el lugar donde se alojan los monjes, hay que volver a salir, ir a la izquierda y luego girar de nuevo a la izquierda por el sendero que discurre por detrás del monasterio. Tras recorrer unos cincuenta metros, pasará por delante de la cueva denominada Lágrima de David, que contiene una fuente (está enrejada, lo que rompe un poco la atmósfera). Siga por la izquierda de la fuente para subir dos kilómetros hasta lo alto de la colina y llegar así al monasterio de Udabno («del desierto»).

Desde la cima podrá contemplar las estepas de Azerbaiyán. Habrá llegado a los confines del mundo cristiano. Pase por delante de una pequeña capilla para bajar unos metros sobre los acantilados del otro lado de la colina. Allí, frente a Azerbaiyán, se extienden a lo largo del sendero las cuevas y el monasterio totalmente troglodíta de Udabno. El lugar corta la respiración. Los monjes de Lavra se encargan del mantenimiento de este monasterio, que no está habitado. Las cuevas están repletas de magníficos frescos rupestres de los siglos X al XIII, testimonios de la brillante escuela que vio la luz aquí. No se pierda el antiguo refectorio en una cueva central, ni el fresco de La última cena (siglo XI), uno de los mejores logros del arte pictórico georgiano. Podría pasar horas subiendo de cueva en cueva para descubrir nuevos frescos. Algunos están en mal estado y con grabados del tipo «Katia te quiero» o «Iván estuvo aquí», pero muchos otros están increíblemente bien conservados. Al final del monasterio, puede dar la vuelta y bajar a Lavra por el otro lado.