Artesanía natural Salalah

Arena blanca y cocoteros, así son las playas de Salalah en pocas palabras. Una cinta de arena fina serpentea a lo largo de la costa durante al menos 30 km entre el puerto industrial, al oeste, y Taqah, al este. Sin alejarse demasiado del centro, poco después del tramo ocupado por los grandes hoteles, se llega a la playa pública de Dahariz. La primera parte de la playa está repleta de cafés y restaurantes, un paseo marítimo y cenadores a la sombra equipados con barbacoas. Se vuelve más salvaje después de la laguna de Khawr ad Dahariz, que obliga a abandonar la carretera de la costa durante unos kilómetros.

Para llegar allí, hay que tomar la carretera de Atin (la que también lleva a la tumba de Job), en dirección al pueblo de Atin durante unos quince kilómetros desde el centro de la ciudad, hasta llegar a un callejón sin salida. La zona que rodea el manantial se ha ajardinado con áreas de picnic y descanso, bancos, escaleras para llegar al agua... El lugar es especialmente interesante en verano, cuando el manantial, alimentado por las lluvias regulares, forma una magnífica cascada. El agua se centraliza en aflaj que abastecen al pueblo cercano.

Para llegar a Ain Razat, tome la dirección de Mirbat y luego, poco después de Salalah, el manantial está indicado a 8 km a la izquierda. Llegamos al pie del Jebel Al-Qara; muchos manantiales fluyen a lo largo de la pared para terminar en la misma cuenca, conectada a su vez a un sistema de falaj encargado de regar la región. Un parque, abierto sólo los fines de semana, se ha establecido en este punto. Los manantiales de Hamran están situados un poco más adelante. Primero toma el camino a Mirbat y luego sigue el camino que va a la izquierda hacia Ain Hamran hasta un callejón sin salida.

Esta laguna salvaje forma parte de un grupo de otras siete, todas ellas situadas en Dhofar, protegidas y clasificadas como reservas. La laguna ad Dahariz tiene la particularidad de cortar la larga carretera costera que recorre unos treinta kilómetros entre Salalah y Taqah. Lejos del bullicio de la ciudad, representa el límite oriental de la metrópoli. La densidad de su vegetación proporciona un hábitat providencial para cientos de aves, incluidas muchas especies migratorias que pueden observarse desde los refugios diseñados para la ornitología