RÉPLICA DE LA CUEVA DE ALTAMIRA
Un sitio extraordinario para entender mejor cómo vivían nuestros antepasados en Santillana del Mar.
El arqueólogo aficionado Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888) comenzó a estudiar la cueva de Altamira en 1876. La cueva ya se conocía desde hacía unos diez años, pero nadie había visto aún las pinturas rupestres que decoran su techo por una sencilla razón: están situadas en un pasadizo donde uno se ve obligado a agacharse para avanzar. Solo cuando fue a mostrarle la cueva a su hija, ella, sin necesidad de agacharse, vio las espléndidas obras.
Pero las pinturas de Altamira, las primeras en ser descubiertas en todo el mundo, aún tendrían que esperar algunos años más para que se tomaran en serio: como nadie había visto nunca tales pinturas, se creía que eran un engaño, hasta el descubrimiento de las cuevas de Font-de-Gaume y luego de Lascaux, en Francia. Se comprendió entonces que Altamira no era un caso aislado y que se trataba de dibujos realizados por nuestros antepasados.
La cueva en sí consiste en una galería de 270 metros flanqueada por unas cuantas salas más pequeñas y galerías anexas. Ya que no puede verse la verdadera, su milimétrica reproducción le permitirá entender exactamente cómo vivían aquellos humanos primitivos.
La primera zona es la boca de la cueva. Corresponde al lugar donde vivían los ocupantes de Altamira. Allí se han encontrado numerosos restos arqueológicos: huesos, pero también herramientas, restos de hogueras... Los humanos de la época aprovechaban así la luz del día permaneciendo al abrigo del mal tiempo. No se encontraron rastros de pinturas en esta área. Como en otras cuevas, la parte habitada parece totalmente distinta de la parte «artística».
En la siguiente gran sala, donde ya no penetra la luz, se encuentran los famosos bisontes policromos. Son más de veinte en total, todos en diferentes posiciones y aprovechando el relieve del techo, los huecos y las cavidades para darles forma, volumen o una impresión de movimiento. Algunos de los dibujos se complementan con grabados, que también crean sombras ingeniosamente diseñadas para dar al bisonte la apariencia deseada. De todos los animales representados, el bisonte acurrucado es ciertamente el más distintivo. De pie sobre un saliente rocoso redondeado, con sus extremidades y cabeza doblada hacía abajo, es el más perfecto de los representados en la cueva, en posición casi fetal. Otras pinturas de esta sala son una gran cierva de más de dos metros de altura y un caballo de color ocre.
El resto de la cueva también contiene muchas pinturas, pero menos notables que las de la sala de los bisontes. A lo largo de la galería se llega al pasillo de los tectiformes, una serie de signos estudiados por Henri Breuil y cuya forma evoca un tejado o cabaña. La galería termina con la sala de los ciervos, con un gran número de estos animales representados en las paredes.
C'est une réplique, mais ça donne une belle idée de l'original