CUEVA DEL BUE MARINO
Cueva con 16 km de galerías que albergan focas monje en peligro de extinción
Una de las maravillas naturales que no hay que perderse si está en la región son las cuevas de Bue Marino, que deben su nombre a la foca monje, un apacible mamífero que encontró refugio en ellas hasta la década de 1970. Por desgracia, el desarrollo del turismo de masas y la apertura de las cuevas al público en la década de 1950 ahuyentaron a las focas, que ahora es una especie en peligro de extinción.
La cueva está atravesada por dieciséis kilómetros de galerías y se divide en dos ramos principales:
Ramo sur: accesible en barco (desde Cala Gonone). Tras una travesía de media hora, el barco le deja en la entrada de la cueva para que continúe a pie por un sendero que se adentra en la gruta. La visita dura unos 45 minutos. Esta es la parte más espectacular de la cueva, con casi ocho kilómetros de recorrido. Las concreciones calcáreas, cortadas y cinceladas por el tiempo, adquieren aquí reflejos blancos y rojos (debido a la presencia de hierro) y se reflejan maravillosamente en las aguas color turquesa de la cueva. A la salida, unos grabados neolíticos que representan figuras danzantes atestiguan que la zona estaba ya habitada hace 5000 años.
Ramo norte: solo accesible a pie desde Cala Fuili (45 minutos, bifurcación y señales con indicaciones), esta parte de la cueva le encantará a los aficionados a la espeleología. A lo largo de casi 800 metros, se descubre una red de galerías fósiles y dos lagos: el lago Smeraldo, alimentado por un ascenso de agua salada, y el lago Abissale, que desciende 12 m en la cueva, de los 40 que se cuentan en total a lo largo de sus nueve kilómetros.
¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.
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Opiniones de los miembros sobre CUEVA DEL BUE MARINO
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