En el pequeño lago que rodea a Philae, hay una atmósfera curiosa, una queja íntima. El Nilo está más cautivo aquí que en cualquier otro lugar de su curso: las dos presas de Asuán, a menos de 3,5 km de distancia, han creado esta plácida extensión de agua que contrasta con la catarata ardiente original. El templo de Isis, salvado de las aguas, parece estrecho. ¿Es Isis quien hace resonar sus lágrimas en este mágico lugar donde ha reunido los fragmentos de Osiris, su amado esposo? ¿O no es más bien Hâpy, diosa del Nilo, capataz del diluvio del río, que murmura, medio loco, sus propios himnos de alabanza, perdido?

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Kiosque de Trajan au temple de Philae. Author's Image
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