Sea cual sea la ruta que elija, le recomendamos encarecidamente que llegue un lunes a última hora de la mañana. Este día de mercado reúne a la comunidad de Hamer, venida de los pueblos de los alrededores para comerciar o simplemente intercambiar noticias. En la pequeña plaza sofocada por el calor, que huele a mantequilla rancia, hombres, mujeres y niños exhiben sus galas: cabellos cortos adornados con cuentas multicolores o diademas de hierro, cabellos largos untados de mantequilla y arcilla para las mujeres, trenzas o tocados rematados con plumas para los hombres... cada detalle indica que pertenecen a un clan, a un grupo o a una familia. Ante este espectáculo sencillo y cautivador, las ganas de hacer fotos se vuelven irresistibles. Sin embargo, conviene armarse de paciencia, esperar un poco hasta que la pequeña comunidad pierda el interés por los turistas y, de nuevo absorta en sus transacciones, redescubra su naturalidad y los gestos sencillos de la vida cotidiana.También es aconsejable aceptar los servicios de un colegial local que pueda ayudarle a comunicarse, hacer fotos y negociar precios, sin olvidar pagarle según los términos acordados conjuntamente en el momento de establecer el contacto, o más si los servicios prestados superan sus expectativas. Algunos de ellos hablan inglés y conocen varios idiomas utilizados en el mercado. Es la mejor manera de mantener la paz y hacer buenos negocios.Territorio Hamer. Se extiende al este desde el Parque Mago hasta las orillas del lago Stéphanie, y limita al norte con el territorio de Bana y al sur con la frontera keniata. Estos agropastoralistas, cuyo número se estima en 40.000 personas, subsisten gracias al sorgo, el mijo, el tabaco y el algodón y, sobre todo, a la ganadería, que es el pilar de su estructura social. La abundancia de ganado determina la riqueza de un hombre y, por tanto, su posición social, lo que le permite ampliar sus miras a varias esposas. Aunque la libertad sexual es total antes del matrimonio, después el adulterio femenino está severamente reprimido, mientras que los hombres se entregan regularmente a aventuras extramatrimoniales, que se consideran perfectamente aceptables. Al nacer, cada niño recibe un nombre de vaca (existen más de veinticinco términos diferentes para designar el color del pelaje de las vacas), además de su nombre de pila. Los Hamer, que se desplazan con frecuencia en busca de zonas fértiles, dan poca importancia a las cosas materiales y prefieren expresar su sentido estético mediante adornos y decoración corporal. A los hombres valerosos que han derrotado a un enemigo o a un animal salvaje se les concede el privilegio de llevar durante un año complejos tocados, hechos de arcilla coloreada y rematados con plumas de avestruz. A algunos se les embadurnan los muslos o las pantorrillas con pintura de tiza blanca natural, que, vista desde lejos, ¡parecen calcetines! Las mujeres, vestidas con piel de vaca con incrustaciones de abalorios y conchas de cauri, muestran escarificaciones y cicatrices, se embadurnan el pelo con mantequilla y arcilla y se adornan con voluminosos brazaletes. Cuando se casan, llevan tres grandes collares uno encima del otro, dos de metal y el tercero de cuero. La cultura hamer parece impermeable a toda influencia exterior, lo que la convierte en una de las etnias más fascinantes de la región.El oukouli, el paso a la edad adulta. Entre los Hamer, el rito más importante es el que acompaña el paso de la adolescencia a la edad adulta. Tras varios días de iniciación, el novicio se presenta desnudo ante el pueblo reunido. En medio del círculo donde se ha reunido el rebaño, las mujeres, como histéricas, se frotan contra los animales, empujándolos en una especie de saraband donde resuenan gritos y golpes de tronco. Pronto entran en escena los hombres y, sujetando a los animales por los cuernos y las colas, los alinean flanco con flanco. El joven, impresionado, debe ahora demostrar su valía bajo la atenta mirada de sus mayores. Tomando impulso, se sube a los lomos de las vacas y, de un tirón, cruza la línea de espinas que sobresalen. La carrera de obstáculos se repite cuatro veces y sólo se le perdona una caída. Más allá, sufre la humillación definitiva: golpeado por las mujeres, seguirá siendo el azotador del clan durante el resto de su vida.Esta ceremonia va precedida de otra aún más impresionante. Reunidas por separado, las mujeres del clan se someten a una sesión de flagelación voluntaria en señal de apoyo al futuro iniciado. Tras largos cánticos incantatorios, las jóvenes se dirigen hacia el maz, los azotadores armados con pequeñas varas flexibles. Inmóviles ante el "verdugo", con los brazos en alto, esperan sin inmutarse el golpe que no tarda en clavarse en sus espaldas, abriendo amplios tajos sangrientos. Como en trance, algunos de ellos discuten, pidiendo ser azotados una y otra vez. Frente al maz que intenta contenerlos, gritan e insultan, conteniendo su sufrimiento para poder mostrar sus espaldas laceradas al clan como prueba de su valor.Finalmente, en este ambiente sofocante, comienza una danza que pone fin a este violento rito. Adornadas con grandes tobilleras y cascabeles, las mujeres saltan a un ritmo marcado por el ruido constante de sus adornos. Poco a poco, la tensión en el grupo disminuye y pronto llega el momento de unirse a los hombres, que han estado preparando al iniciado.

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