Una empresa familiar única, arraigada en sus raíces del siglo , que elabora galletas tradicionales de mandioca desde 1870
Antes incluso de entrar en el santo de los santos, la guarida sagrada con olor a galletas calientes, el guía te lleva al pozo familiar, donde la única bomba hidráulica de ariete jamás inventada por los hermanos Montgolfier capta la energía del río: un motivo de orgullo casi tanto como los pasteles... y como una señal. Presione el desacelerador y estará en las profundidades de Mauricio, lejos de la laguna, el glamour y el brillo. Una secuencia auténtica. ¿Es la historia de un traslado, una fantasía, una transmisión? En cualquier caso, es la historia de una filiación, un acto de amor. El antepasado, Fabien Rault, viene de Bretaña y lleva consigo el sabor mantecoso de las galettes de su infancia. Su hijo continúa el sueño y, con los medios de que dispone, intenta reproducir el sabor de las galletas tantas veces relatado. A falta de trigo, prueba con mandioca. En 1870, nace una empresa.
Aunque es única en el mundo y abastece a los mercados de exportación, siempre será una empresa familiar, arraigada en sus raíces del siglo XIX. Aquí, las máquinas tienen el aspecto ligeramente solemne de las antigüedades, la masa la moldean señoras en charlottes y las galletas se envasan a mano, bajo la mirada de la jefa frente a su libro de cuentas. Una versión tropical de Balzac. Hay que atreverse a adentrarse en las callejuelas de Mahébourg para descubrir esta joya, para vivir este pequeño momento de nada en este espacio inverosímil. Nos dan amablemente las claves del proceso de elaboración, pero no las dosis de la receta, ¡ferozmente guardada en secreto por los miembros de la pequeña empresa familiar! El proceso tradicional, inalterado, permite elaborar las galletas y pasteles sin conservantes, colorantes ni aglutinantes, lo que los convierte en uno de los dulces más sanos del mundo.
Durante la Primera Guerra Mundial, la fábrica de galletas incluso ayudó a alimentar a parte de la población local y creció. Pero en los años 80, debido a la escasez de mandioca y a una situación económica difícil, la fábrica estuvo a punto de quebrar, y tuvo que recurrir a la importación de mandioca seca de Madagascar, iniciando después visitas guiadas para garantizar la supervivencia de la tradición.
Gracias a estos esfuerzos, cada día se elaboran en la fábrica más de 15.000 pasteles de siete sabores: mantequilla, coco, leche, anís, vainilla, chocolate y canela, por no hablar de los pasteles rellenos que sólo se pueden comprar en la fábrica de galletas o en los supermercados de Mahébourg, lo que es casi un privilegio (¡!). Naturalmente, la visita termina con una degustación.
¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.
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