EUREKA, LA CASA CRIOLLA

Eureka es la finca que el escritor francés Jean-Marie Gustave Le Clézio describe en su novela El buscador de oro. La casa, que data de la primera mitad del siglo ^XIX, fue construida por un inglés, el Sr. Carr, que quería estar más cerca de la residencia del gobernador de la isla, en Le Réduit. En 1856, una familia de fabricantes de azúcar de origen francés, los Le Clézio, la compró en varias partes. Seis generaciones se sucedieron antes de que las historias familiares, tan jugosas como tortuosas, llevaran a poner la casa en venta. La compró en 1985 Jacques de Maroussem, emparentado con la familia Le Clézio por su esposa y actual propietario del inmueble. Desde el principio, decidió transformar Eureka en un museo, ¡lo que provocó una fractura en las filas de la aristocracia! Odiado y detestado por la mayoría de su familia política, Jacques de Maroussem tuvo grandes dificultades para reunir muebles antiguos para decorar la casa. Pero la llegada de los Duques de York superó el resentimiento familiar. En junio de 1987, durante una estancia en Mauricio, los dos miembros de la Corona británica expresaron su deseo de almorzar en Eureka. Inmediatamente llegaron muebles y accesorios de todos los herederos. Aunque muchos de los objetos decorativos fueron devueltos a sus propietarios, la casa es rica en muebles de estilo inglés, francés, indio y chino. Hoy, la planta baja cuenta con varios salones en hilera, un gran comedor con su mesa, un curioso cuarto de baño antiguo, dormitorios, algunos grabados, cuadros, fotos amarilleadas por el tiempo... Por tres lados, una veranda de encanto colonial se abre al parque y al imponente monte Ory. Y por todas partes reina el encanto anticuado de un lugar lleno de recuerdos, que invita a un paseo poético más que a una visita de curiosidad... Uno será sensible al eclecticismo de las antigüedades, al juego de luces y sombras bajo el porche, a la calma absoluta de las diferentes estancias atravesadas por 109 puertas y ventanas.

Los amantes de la naturaleza no dejarán de pasear por el parque y el barranco, para observar algunas especies arbóreas endémicas. Allí, en el corazón de la exuberante vegetación, un pequeño sendero conduce al río Moka que, en este mismo lugar, ha excavado remolinos naturales bajo cascadas. Los antepasados de la familia Le Clézio construyeron aquí bancos de roca y los utilizaban como baños. Hoy en día, todavía se puede disfrutar de un tonificante chapuzón en el agua.