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Rue Saint-Germain, Gorea, Senegal Ver en la mapa
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Ya no es una casa de esclavos, pero sus paredes rojas y las cadenas de sus bodegas han sido mostradas en todos los libros de historia. El exconservador Boubacar Joseph Ndiaye (fallecido en 2009) era una institución. Gracias a él, este edificio construido por los holandeses en el siglo XVII fue renovado con la ayuda de la Unesco en 1990. Gorea es una de las últimas casas de esclavos que quedan, con una capacidad de entre 150 y 200, y se ha convertido en un símbolo del horror de la trata, desde la venta de esclavos africanos por los propios africanos hasta la comercialización de millones de seres humanos enviados a las Américas por colonizadores portugueses y después por holandeses y franceses, para despejar las tierras donde los europeos exterminaron anteriormente a los pueblos indígenas. Su país de destino dependía de la necesidad de los compradores: el padre podía ir a Estados Unidos, la madre a Brasil y el niño a las Indias Occidentales. Dejaron Gorea bajo mínimos de personal. Entrando por la izquierda, puede visitar la sala de pesaje: los esclavos que pesaban menos de sesenta kilos eran puestos en espera y alimentados a la fuerza hasta que alcanzaban el peso. Junto a ella, está la sala donde los hombres sanos esperaban su turno y, luego, la sala para niños de ocho a doce años, la de niñas jóvenes y vírgenes y, finalmente, la de mujeres. Bajo las escaleras, se hallan dos mazmorras para los más rebeldes. Al final del pasillo, la «puerta sin retorno» y luego el mar, el último paso antes de las Américas. Lo más perverso es que los esclavos eran libres para escapar por esta puerta y, por lo tanto, hacia el mar; pero ahí los esperaban los tiburones. Arriba, verá unos paneles explicativos sobre el comercio triangular. El nuevo conservador, el señor Coly, podrá responder a sus preguntas si las explicaciones de la visita no son suficientes para saciar su interés.

Aunque algunos historiadores, entre ellos los del IFAN (Instituto Fundamental del África Negra), refutan el papel otorgado a la Casa de los Esclavos, sigue siendo innegable que miles de esclavos pasaron por Gorea. Independientemente de que fuera o no la casa donde se encerraba a los esclavos, es aún un símbolo importante de la trata de esclavos.

¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.


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Un momento de historia. Se recomienda visitarlo si se pasa Gorée
El îlee de Gorée y la casa de los esclavos nos recuerda el amargo pasado de Senegal. ¡La guía apasionada por su mensaje te transporta! Pasear hasta las antiguas callejuelas degustando un variado (de fruta de Casamance muy ácida cuyos núcleos se chupan) es también muy refrescante.
Enroit obligada para los turistas. Tras unos minutos de travesía a orillas de una lanzadera te sentirás en la playa de Gorée. Subiendo las estrechas callejuelas y rosas de Gorée, el ambiente te invade. Hasta el momento en que entra en la casa de los esclavos. Emociones, el recogimiento, lugar lleno de historia tristes. ¡El estante de abierto en una celdas, y desde ahí es únicamente agua, el único paisaje que los esclavos podían ver! Un auténtico viaje en el tiempo.

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