Una de estas direcciones un poco "olvidadas", que ha estado presente durante muchos años, a las que se puede redescubrir cada vez que buscas un restaurante gastronómico, no (demasiado) caro y original. El Arcángel es todo ello en esta pequeña calle discreta que da a la plaza Sathonay. Un restaurante que puedes calificar sin equivocarse de intimista, sin grandes mesas, una sala no muy grande, pero una cocina que sabe ser grande por la creatividad de sus composiciones. A los pedidos, un chef japonés que revuelve la cocina francesa tradicional en un menú único que cambia a lo largo de las estaciones. La elección es limitada: no hay platos a la carta, no hay menú para los niños, pero las dos o tres entradas, ambos platos -carne, pescado- a los que se añaden las sugerencias de la pizarra del momento, siempre nos satisfarán plenamente. Asociaciones sorprendentes por armas deliciosas como esta ensalada de pulpa marinada en la cama de puerros a la vinagreta, una red de bar asado a las pequeñas verduras y salsa "buena mujer" o un bonito de cerdo con especias, chorizo, champiñones y habas, zumo cortado. Postres en la misma línea con suavidad con chocolate perfumado con ron y helado de avellana. Tómate el tiempo para saborear todo.
Je ne laisse pas souvent d’avis, voir jamais mais ce restaurant le mérite vraiment
(Merci pour le saké, il va m’aider à digérer)