AUBERGE DE L' ORANGERIE * * *
Hotel-restaurante con una decoración rústica, amplias habitaciones y una terraza con árboles en Passy.
Se respira en el Auberge de l'Orangerie, un hotel restaurante situado en la llanura de Passy, frente a la cadena del Mont Blanc. La decoración del albergue es rústica. estamos en el reino de la montaña. Con su bonita fachada de madera, este hotel sencillo y encantador, a las ocho habitaciones espaciosas con balcones que dan al espectáculo de la naturaleza y del Mont Blanc. En la huerta hay un anexo de diez habitaciones con altillo igual de agradable. Para más modernidad se escoge una de las dieciséis habitaciones del Villa Diane, con una decoración contemporánea que mezcla madera y piedra, vidrio. Aquí es donde se sitúa el espacio acuático del hotel. Los propietarios son acogedores y el albergue tiene un tesoro goloso. En un entorno auténtico, el chef Christophe Liboureau ofrece una excelente cocina local y de temporada; es un especialista en la calma. En la terraza arborizada o en la sala rústica de la mesa de madera, los platos son refinados: sartén de cigalas con foie gras, paleta de filete de ternera, Rossini (foie gras); espalda del bacalao a la flor de caviar; sopló helado con las grietas… y el desayuno de verdaderos zumos de naranjas prendidas y de los bolsillos cocidas in situ. Una magnífica dirección a cinco minutos del centro de Sallanches.
¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.
Los puntos fuertes de este establecimiento:
Opiniones de los miembros sobre AUBERGE DE L' ORANGERIE
Las calificaciones y reseñas a continuación reflejan las opiniones subjetivas de los miembros y no la opinión de The Little Witty.
Très déçu
Pas de Clim dans les chambres ni dans l’espace restauration
Piscine petite avec 6 transat pour 38 chambres
La literie est très bonne c’est le point fort.
On peut être dans une chambre bruyante au dessus de la piscine ou proche de la route.
Petit déjeuner à la hauteur de nos espérances !
Nous recommandons vivement cet endroit pour passer un agréable moment.
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La chambre, orientée plein Est, se transforme dès le lever du soleil en sauna improvisé. Sans climatisation, on doit se rabattre sur un ventilateur de plafond qui, à 50 % de puissance, fait le bruit d’un avion en phase de décollage. Pas vraiment l’idéal pour dormir.
Côté service, une seule serviette de douche pour deux personnes… On partage beaucoup, mais il y a des limites à l’intimité imposée. Et pour couronner le tout : 3 euros de "participation environnementale", ajoutés au moment du départ — sans explication préalable, ni sourire.
Seule note positive : le petit-déjeuner. Copieux, varié, frais. Un vrai contraste avec le reste du séjour.
Bref, une expérience que nous ne renouvellerons pas.