Qué ver y hacer La Motte-Chalançon

Se trata de un valle remoto que, curiosamente, goza de una creciente popularidad mientras sigue siendo prácticamente desconocido. Su popularidad se debe a su torrente, el Roanne, que en pocos años ha conquistado a un público entusiasta y creciente para la natación. Si los habitantes de Valentinois acuden cada vez más a darse un chapuzón en verano, los veraneantes no se quedan al margen, en primer lugar los holandeses, que conocen el país como la palma de su mano gracias a las numerosas guías, artículos de revistas y anuncios de televisión que ensalzan los encantos del Diois y en particular de sus ríos, el Drôme y el Roanne a la cabeza. El resultado: en pleno verano acude demasiada gente, con consecuencias nefastas para la limpieza de las riberas y la calidad del agua aguas abajo. Es un verdadero problema que la transformación de este turismo, originalmente suave, se haya convertido en agresivo sobre el entorno natural y sobre un sitio magnífico, víctima en ciertos breves períodos del año del turismo de masas puro y duro. Sin embargo, es probable que la inmensa mayoría de los bañistas sólo conozcan el Roanne tal y como lo ven desde su coche, a lo largo de la pequeña carretera que les lleva a su lugar de aparcamiento favorito, luego a su camino de acceso favorito al Roanne y a la charca favorita en la que suelen darse un chapuzón

¡Y sin embargo! ¡Hay tantas maravillas por descubrir en este valle! El paisaje, por supuesto: una maraña de valles profundos, un relieve torturado, fragmentado y retorcido, cumbres de media montaña dominadas por la Servelle-de-Brette - 1.613 m - al este, la montagne d'Angèle - 1.606 m - al sur y la montagne de Couspeau - 1.544 m - al oeste, vastas extensiones pastorales, una red muy floja de aldeas y pueblos admirables entre los que destacan Saint-Benoît, Aucelon, Volvent, Saint-Nazaire-le-Désert. Algunas de las aldeas por las que se pasa o junto a las que se pasa están casi vacías de habitantes. Las laderas desnudas están perfumadas de lavanda, otras están cubiertas de pinos negros austriacos plantados durante las campañas de reforestación de las montañas. En este mundo seco se inserta la pequeña joya que es el Roanne, hinchado por las aguas de 4 o 5 afluentes. Luego, tejiendo su camino entre olas de piedra caliza, en profundas gargantas donde lo pintoresco nunca falla, el torrente se vuelve más suave al unirse al valle de la Drôme. Así es el país poco conocido de la Roanne, un refugio secreto de los Diois a las puertas de las Baronías.