Restaurante que ofrece platos preparados con pasión a partir de una carta que cambia cada temporada.
El restaurante cuenta muy bien con los habituales. Se llega en invierno para sus quesos fundidos como el monte d'Or o el morador de raclette. Las charcutería se devoran en todas las estaciones. En el interior, una sala rústica con un mezzanine que es bastante íntimo. El chef es un verdadero chef lyonnais que revisita con ligereza los ingresos de su abuela; es decir si sus platos están preparados con pasión. Cambia su tarjeta en cada temporada. El verano es la ocasión de crear grandes saladiers (siempre lionnais, por supuesto) pero también carnes a la parrilla como la muy clásica charla y la salsa de chalotes. La carta de vinos está en el diapasón.
Risotto proposé qui s'avère être du riz avec une sauce dessus.
Haricots verts congelés pas cuits etc...
Dommage !
A recommander sans reserves