COGNAC BERNARD BOUTINET
En la familia Boutinet, el coñac y el pinar se han colgado sobre los cromosomas: Hace 150 años que el dominio está en su mano, casi treinta y cinco años para el nombre de Bernard. El rancio charentés es el resultado de una conjugación de varios elementos: la dulzura del clima, la naturaleza arcilla y caliza de la tierra, el roble de las barricas, un cerco de elite (el ugny blanco) y… la paciencia, añadida a la humildad. En efecto, hay que saber que se elabora un coñac que puede tomarse… dentro de veinte años. Estamos lejos de la sacrosanta súbita del beneficio de su trabajo. Bernard ha querido asumir la totalidad de la «cadena de producción» del oro del país: cuando tomó las riendas de la casa (sus antepasados) vinieron, se destilababa. También ha obligado a embotellar. Bernard quiere conocer al que va a probar el fruto de su trabajo, el coñac, es ante todo una historia humana. Déjenle explicar a qué se corresponde con la denominación VOPP, Napoleón, XO… déjenle disecarle el cuerpo de la lentitud… porque, en materia de coñac, la duración del envejecimiento es la pieza maestra, aquella en la que el profesional funda sus esperanzas. Si sus medios pecuniarios están limitados (eso sucede, sucede…), déle un Corazón de Fines Bois, sellado por una calavera, el emblema que Bernard para representar a sus tierras (dile que sabe que su ancestro Paul tiene algo que ver con él). Pero no hay más que coñac en la vida… también hay pinche, blanco o rosado. Algunas botellas de nuestro hombre se llaman "Serafina". Paul, después Seraphine… La viña se mezcla con la poesía.