Antigua ciudad de una pacífica población agrícola gala -los silvanectas-, Senlis fue rebautizada Augustomagus -el mercado de Augusto- por los romanos, que la protegieron con una gruesa muralla jalonada por veintiocho torres, la mayoría de las cuales se han conservado. San Rieul evangelizó Senlis a mediados del siglo IV. En el siglo XII, la posición estratégica de la ciudad, entre París y Flandes, favoreció su desarrollo. Todos los reyes de Francia, desde Hugues Capet -que se hizo proclamar rey- hasta Carlos X se alojaron allí. Los primeros capetos favorecieron el desarrollo económico y religioso de esta importante plaza fuerte. En 1153 se colocan las primeras piedras de la catedral de Notre-Dame. Fue consagrada en 1191. En 1173, el rey Luis VII concedió una carta comunal a la ciudad. La ciudad siguió expandiéndose. Philippe Auguste construyó una segunda muralla, modificada y reforzada gradualmente, para proteger los suburbios de la ciudad. Este recinto de casi 40 hectáreas albergará lo que hoy es un prestigioso patrimonio histórico y arquitectónico: la catedral y su notable aguja, la capilla de Saint-Frambourg, la abadía de Saint-Vincent y el priorato de Saint-Maurice. En los siglos XII y XIII, los notables construyeron espléndidas mansiones privadas, protegidas de la vista por portales monumentales. Esta característica arquitectónica sigue siendo hoy una de las particularidades de Senlis: cada año par, la Rendez-vous de Septembre permite descubrir los tesoros ocultos de este patrimonio privado.

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