Un auténtico bistró parisino con productos de calidad, una carta de carnes y pescados y un menú de mediodía.
El auténtico bistró parisino, con su decoración patinada, su bar, sus taburetes, su pizarra y su suelo embaldosado, tiene este pequeño aspecto anticuado que hace estragos los modernos. Ya nos lo digan, la tradición vuelve a la escena, por el placer de nuestros estómagos hambrientos en los últimos 10 años por un bistronomía que a veces faltaba a un pelo de generosidad. El buen Georges tiene todo lo bueno en este ejercicio de estilo que consiste en seleccionar productos de calidad (pan Landemaine, verduras de Joël Thienbaut, pescado y cordero de la isla d'Yeu, etc.), empujando incluso a un carnicero de excepción, Polmard, especialista en la maduración. A la carta, filete picado de cono ' (compuesto de 4 trozos de carne de forma diferente), jugoso en el corazón, bien asado y servido en tártaro, en pavimentado Polmard, en carpaccio… Se acompañan todas estas patatas fritas con éxito o un desmentido desmentido de macarrones. En el resto del mapa hay platos con acentos muy convincentes (terrina de pie de ternera, pecho de cerdo, aves de corral con vino amarillo, cordero de leche, etc.). El vandard se acoge con satisfacción, aunque tendría algo que ver con la factura, porque la carne de calidad tiene un precio muy alto. El verdadero buen plan es la fórmula almorzada, con plato del día impuesto pero que cambia todos los días (de cerdo caramelizado, tartare con cuchillo, etc.).