HÔTEL SAN RÉGIS * * * * *
Un hotel frecuentado por personalidades del cine con un ambiente acogedor y habitaciones clásicas, sobrias y elegantes.
Este hotel bastante confidencial tiene una bonita historia. Fue construido en 1857. En 1923, Simon André Terrail, propietario de La Torre d'Argent, adquiere esta bella residencia para transformarla en hotel de lujo, en el cruce de la moda, del espectáculo y de los negocios. Así, el San Regio abre sus puertas para acoger a los numerosos turistas ingleses para los que París es un destino muy popular. En los años cincuenta, a la venta del hotel George V, de la que también es propietario el señor Terrail, parte de los muebles de época del palacio se transfieren en el San Regio, siendo uno de los atractivos de este lujoso pequeño hotel frecuentado por personalidades del cine. En 1984 fue comprado por la familia Georges. Cada habitación es objeto de una decoración única y de un universo particular. Las habitaciones clásicas son sobrias y elegantes, en tonos de blanco roto, oro, verde claro, azul cielo, moquetas gruesas. La decoración es de mobiliario de excepción y de objetos preciosos: porcelana de China, pie de lámpara de cristal de Baccarat, espejo al marco trabajado, cómoda lacada, aceite original del siglo XVIII… Los cuartos de baño están revestidos de mármol y lavabos de granito. El ambiente es acogedor, incluso íntimo en el bar y en el salón de madera de época de roble claro. La sala del restaurante, escondida bajo una cristalera, está decorada con un muro vegetal que le confiere aspecto de jardín de invierno.
¿Lo sabías? Esta reseña ha sido escrita por nuestros autores profesionales.
Opiniones de los miembros sobre HÔTEL SAN RÉGIS
Las calificaciones y reseñas a continuación reflejan las opiniones subjetivas de los miembros y no la opinión de The Little Witty.
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Having stayed at many five-star hotels around the world, the contrast in service and hospitality was stark. Upon arrival, we were passed between check-in staff and told to sit in the lobby with no clear timeline for our room. After 30 minutes unattended, someone approached us—only to realize we were not who they thought we were. While continuing to wait, we were never offered refreshments or directed to restrooms—a small but meaningful oversight after a 24-hour travel day.
The room itself was charming, but had issues. The bathroom sconces were crooked and loose, the shower door leaked water onto the floor, and most concerning, the ceiling vent FELL on my head while I was blow-drying my hair.
Service throughout the stay continued to disappoint. Doormen were rarely present when needed—my husband carried three large suitcases down the stairs and through the front door before anyone offered assistance. Front desk staff often appeared disengaged, more focused on chatting amongst themselves than greeting guests.
While our stay wasn’t terrible, it certainly wasn’t up to the standard we expect from a hotel of this caliber and price point. We had hoped for a more refined and attentive experience.
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