Unos grandes almacenes de gran impacto arquitectónico frente al Pont-Neuf, que ofrecen ropa y productos chic.
16 años: durante todos esos años, La Samaritaine parecía haberse desvanecido del paisaje parisino, poco a poco olvidada, antes de que comenzaran las enormes obras que llevaron a la gran inauguración de los locales el pasado mes de junio. Fundados en 1869 por Ernest Cognacq, los grandes almacenes La Samaritaine se habían extendido a lo largo de su historia hasta ocupar cuatro edificios. Cerrados en 2005 tras ser comprados por LVMH, los edificios se transforman ahora por completo, devolviéndoles su brillo. El techo de cristal, la cerámica y los mosaicos de la fachada, las majestuosas escaleras: aunque el lugar responde ahora a los estándares modernos, tiene el buen gusto de haber conservado intacto su aspecto original. Hoy, el edificio situado frente al Pont-Neuf alberga un hotel de lujo de 72 habitaciones. Los demás edificios incluyen una tienda -la Samaritaine, donde ya no se encuentra de todo, como decía la publicidad, sino mucha ropa y productos chic-, una galería de exposiciones, oficinas, varios comercios, así como una guardería y viviendas sociales. Arquitectónicamente, una de las fachadas del complejo -en la rue de Rivoli- está revestida de un vasto y original muro de cristal ondulado. En el exterior, se ha creado una explanada peatonal en el lado oeste que permite admirar el conjunto. Al fin y al cabo, se viene aquí tanto por el lugar como por las tiendas: estas últimas, decididamente de lujo, están lejos de ser accesibles a todo el mundo.
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Opiniones de los miembros sobre LA SAMARITAINE
Las calificaciones y reseñas a continuación reflejan las opiniones subjetivas de los miembros y no la opinión de The Little Witty.
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On pouvait dire au lieu de la Samaritaine, la « Saramitaine ».
Cet endroit participait un peu du bazar, du grand magasin, un gentil fourre tout aux prix étudiés.
Hélas, hélas, hélas, ce temps n’est plus. Il ne reste que le décor, somptueux il est vrai, mais devenu clinquant sans sa patine.
Produits de grand luxe, sans intérêt, sinon d’être des souvenirs de voyage pour touristes riches.
Froideur de l’ambiance, personnel qui pose plus qu’il ne conseille. Une stratégie sans doute.
Mais, Monsieur le propriétaire, relisez, ou lisez, Au bonheur des dames.
Ça marche pas comme ça le commerce, c’est le client qu’on brosse dans le sens du poil et la camelote moins cher qu’ailleurs.
Certes, l’ultra capitalisme et blah blah, les Chicago boys.
Mais les bases du négoce dans la godasse, la tocante, ou le jupon, ça change pas !
Enfin, dirais je, à la prochaine faillite !