Tomar un trago en el "Proib" se merece: hay que subir a la calle Tholozé, lo que no es una cuestión sencilla. Pero una vez instalado, es un buen momento. Aquí, el ambiente es joven, festivo, distendido, o incluso un poco (mucho) que se encuentra a la imagen de la patrona, Lucia, antigua inquilino del bar de enfrente (los antiguos cañones, para los conocedores). Aquí no se muere de hambre: tapas caseras a voluntad hasta las, y luego una gran pladía de pastas italianas. Tampoco se muere de sed: vinos italianos, cócteles originales y buen humor en el bar, un verdadero combo ganador. El jueves es una noche de prueba de prueba; el martes es el turno de los clientes hacer la cocina alrededor de la famosa "picota de los amigos". Si quieres probar tu cocina a los habituales del barrio, no dudes en instalarte.
Pongo una estrella para poder escribir la reseña porque si no pongo al menos una no me deja hacerlo, pero ni si quiera se merece esa estrella.
He estado en muchos países y muchos bares de copas y es, sin duda, y con mucha diferencia, el peor trato que he recibido nunca.
El dueño es un maleducado e increíblemente desagradable. Se cree que sabe algo pero es tan ignorante que ni si quiera sabe escribir correctamente el nombre de su local, ya que prohibido se escribe con h intercalada. Me temo que esta información es demasiado complicada para que él la entienda.
En el fondo me da bastante lástima porque estoy casi seguro de que sufre algún problema mental.
NO RECOMIENDO ABSOLUTAMENTE A NADIE QUE QUE VAYA A ESTE LUGAR.