El nombre de este pueblo es inusual, ya que está vinculado al nombre de sus habitantes. En el siglo XIV eran agricultores/curtidores, pero sobre todo tavaillonneurs. Es decir, estaban especializados en cortar pequeñas tablas de madera blanda para revestir las paredes de las casas más expuestas a la intemperie. Mayormente abeto. Hoy en día todavía hay muchos que están cubiertos con esta protección y aislamiento natural. Los artesanos locales llegaban incluso hasta Suiza para recoger su materia prima. En el pueblo también destacan dos edificios: la capilla de Saint-Roch, del siglo XVII, y la iglesia de Saint-Jean-Baptiste, del siglo XIX.

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