Restaurante con pocos platos a la carta, pero sólo comida fresca
En cuanto entras en la pequeña sala del restaurante ruso, te conquista, aunque el lugar no esté estratégicamente situado ni sea atractivo desde fuera. Una vez cruzado el umbral, el rojo vivo de las paredes, los juegos de madera sobre las mesas y las muñecas rusas en los alféizares de las ventanas dan ganas de tomarse un tiempo para comer. No hay muchos platos en la carta, sólo frescos, que cambian según los caprichos de Lyudmina, que reproduce en la cocina los platos de su país natal. Una gran pizarra en la pared le guía por las opciones disponibles. Los entrantes a base de pescado crudo son imprescindibles, y los raviolis de carne o setas (vareniki o pelmeni, según la forma) son una delicia. También recomendamos el salmón ahumado casero, siempre bien presentado con un chorrito de limón y unas ramitas de eneldo. No dude en pedir consejo a Romain antes de elegir. Aquí somos una familia y, gracias a su mujer, sabrá explicarle perfectamente la composición de cada plato. Si aún le queda tiempo, el vodka está, por supuesto, en la carta de este bistró, y ya tenemos ganas de volver para probar otras especialidades del país.
Nous ne regrettons absolument pas ! Accueil chaleureux, petites attentions qui nous ont touchées. Cuisine excellente !
Merci de nous avoir accueillis et à bientôt !