Cuando te quedas en Mauricio, es común escuchar que, para visitar Rodrigues, 3 o 4 días son suficientes. La Cendrillon" de los Mascarenes, salvaje y acogedora, es a menudo tratada como un pariente pobre por la gran isla. La política turística tiende a hacer de la hermana pequeña una simple extensión de la grande, y algunos mauricianos no ocultan su "desdén" por esta parte de su país que consideran retrógrada. Sin embargo, Rodrigues tiene una personalidad fuerte y completa, que lo distingue radicalmente de Mauricio y lo convierte en un destino turístico por derecho propio. Mucho más aislado y secreto, más auténtico y más abrupto, un viaje a Rodrigues no ofrece las mismas atracciones que un viaje a Mauricio: no se va a tomar el sol, no se busca el lujo de servicios hoteleros de alta gama ni se practica frenéticamente una actividad regulada. No, Rodrigues es una isla que se merece y a la que sólo se puede llegar con el tiempo, a imagen de sus habitantes, más bien reservados a primera vista, pero con una amabilidad sincera y entrañable....

Cuando llegas a la isla, te sorprende inmediatamente su belleza salvaje y lánguida, y la inmensidad de una laguna cuyo color turquesa contrasta con los valles verdes y las zonas herbáceas amarillentas, víctimas de la sequía. Las vacas pastan al pie de los árboles de vacas, las cabras se arrastran por las empinadas colinas, el mar, salpicado de canoas de pescadores, brilla con mil reflejos.

Desde las alturas del interior de Rodrigues se pueden ver de un vistazo los puntos de vista sobre las olas: tonos azul-verdosos del océano, encajes irregulares en el arrecife de coral, sinuosos pasos frente al mar abierto, bancos de arena y procesión de islotes.... En la costa, es un paisaje más agreste hecho de rocas afiladas, áridas extensiones barridas por los vientos, vacíos de hierba al borde de la soledad: una belleza feroz, en cierto modo, que se adivina exclusiva y difícil de poseer en su totalidad.

En esta isla, que sigue estando protegida de un desarrollo demasiado rápido y poco adaptado, los proyectos turísticos no se orientan hacia un asentamiento disperso, sino que se llevan a cabo con cuidado y con una preocupación permanente por el respeto al medio ambiente, a los habitantes y a la cultura local. La infraestructura existente y la falta de agua no son compatibles con una afluencia turística excesivamente densa. Se da preferencia al turismo verde o al ecoturismo. Descubrimos los secretos de la isla a pie o en bicicleta, exploramos la laguna en canoas de pescadores, dormimos en casas de los lugareños o en hoteles que han logrado mantenerse humanos y con un simple confort.

Y te dejas atrapar por el buen ambiente y esos fragmentos de vida local que le dan a la isla todo su carácter: los nombres poéticos o conquistadores de ciertos autobuses (Multi Bonheur, Aigle de la route, Super Copter...), el estadio de fútbol cubierto de agua en marea baja, las coquetas del pueblo en rulos, las vacas languideciendo en las playas de tarjetas postales, la pequeña pelota popular dominical al ritmo anacrónico de un acordeón de antaño.... Otro mundo!

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