SCHLOSS LINDERHOF

Linderhof es probablemente la más bella de las tres residencias construidas por Luis de Baviera. Antiguamente, en el lugar donde ahora se levanta el famoso castillo sólo había un simple pabellón de caza, apodado "villa real" por sus reducidas dimensiones. Esta pequeña maravilla arquitectónica encaja perfectamente en el idílico paisaje de montaña. El parque combina con elegancia elementos del barroco francés con los de un jardín paisajístico inglés. Al subir las escaleras hacia el Venustempel, la vista es fantástica.

De hecho, Linderhof es el único de sus tres grandes proyectos de construcción que Luis II de Baviera (1845-1886) pudo terminar (1878) y fue también su residencia favorita. El rey vivió aquí un total de ocho años, si se suman todas sus estancias en Linderhof. Tras haber visitado el castillo y el parque, uno puede entender por qué Luis II tenía tanto cariño a este lugar, que desprende tranquilidad y magia y no deja de estimular la imaginación. El parque alberga muchos edificios fascinantes, como la casa marroquí, el quiosco morisco y la gruta de Venus (actualmente cerrada por reformas). Esta enorme gruta artificial estaba dotada de la iluminación eléctrica más moderna para su época, con prefijos de cristal multicolor e intercambiables, que permitían sumergir el espacio en diferentes luces y ambientes.

El Linderhof propiamente dicho sólo puede visitarse con un guía, así que no hay que perdérselo. En el interior, todo está decorado en estilo rococó. El interior está decorado en estilo rococó, con ornamentación opulenta y refinada y materiales preciosos procedentes de todo el mundo: porcelana de Meissen y Nymphenburg, jarrones de Sèvres, relojes de Neuchâtel, lapislázuli de Afganistán, marfil de la India, etc. En el comedor real se incorporó una innovación francesa del siglo XVIII: una "table couvre-toi", que funcionaba con una manivela que había que girar para subir y bajar la mesa. Perfecto para no molestar al rey en su ensueño. Otra herencia francesa le espera en el vestíbulo de la planta baja: ¡una estatua de Luis XIV! Admirado por Luis II, el Rey Sol era su ídolo y fuente de inspiración. Este asombro se refleja también en el impresionante dormitorio de Luis II de Baviera. El esplendor rococó de cada sala es simplemente fantástico, pero nada supera la suntuosidad del Salón de los Espejos al final de la visita.