Qué ver y hacer Ellik Kala

Esta ciudadela impresiona inmediatamente por su vasta extensión. Las murallas se han conservado relativamente bien y es posible recorrerlas casi por completo sin bajarse. Al igual que Ayaz Kala, Djambaz Kala también se encuentra en medio del desierto y ocupa un lugar particularmente fotogénico, cerca de un lago, poblado solo por unas pocas águilas y marmotas. Observe las enormes dunas de arena que se forman junto a las murallas y que atestiguan el creciente proceso de sedimentación en la región tras la desaparición del mar de Aral. A 500 metros de la ciudadela hay un campamento de yurtas donde también se puede pasar la noche y organizar pequeñas excursiones en camello por el desierto.

Esta fortaleza presenta un conjunto de altas murallas detrás de las cuales se refugiaba la guarnición de Toprak Kala. Merece una visita, aunque las lluvias a lo largo de los siglos han debilitado considerablemente sus cimientos. En el momento de nuestra visita, un equipo arqueológico se encargaba de su restauración. La fortaleza debería recuperar su antigua gloria.

En poco más de 6000 hectáreas hay liebres, ciervos, lobos, jabalíes, gatos del desierto, zorros y bandadas de aves de todos los colores. Creada en la década de 1970, esta reserva es todo lo que queda de un bosque originariamente cinco veces más grande que desapareció cuando los soviéticos dieron cabida a los campos de algodón. Es posible pasar un día entero con un guía o, incluso, montar a caballo. Para asegurarse de ver algunos animales, el amanecer y el atardecer son los mejores momentos. Los guardias de la reserva le permitirán acampar en los lugares que le indiquen, pero recuerde traer todo lo necesario para comer y beber. No hay nada para comer en el lugar.

Encaramadas en una colina, las murallas de Chilpik Kala dominan la estepa desértica. Antes de ser una ciudadela, fue sobre todo una torre del silencio: un lugar donde se velaba a los muertos según los ritos zoroástricos. Los cadáveres se descomponían allí al aire libre, y solo los huesos eran recuperados después por los familiares. Se construyó entre los siglos II y IV, pero siguió utilizándose en siglos posteriores. El lugar puede visitarse de camino a Nukus, desde donde es claramente visible en el lado izquierdo de la carretera.

De esta ciudad fortificada, que data de los siglos IX al XIV, todavía quedan impresionantes secciones de la muralla y parte de las salas del dekhan. Como inmensas esculturas, se alzan en la orilla del Amu Daria, dominando el desierto por un lado y el bosque de Bala Tugaï por el otro. En la sección transversal se aprecia la técnica de construcción de los muros de tierra y ladrillos, entre los que colocaban capas de paja. Aunque esta solidez no salvó a la ciudadela de la destrucción, aún permite que sus ruinas se mantengan en pie siete siglos después. Si va en agosto, tendrá la oportunidad de ver a los únicos ocupantes de la ciudadela, águilas que anidan entre los postes de madera que se extienden más allá de las murallas. El primer uso de estos postes fue para colgar a los condenados. La desolación del lugar inspiró al escultor Joldasbek Koumimouratov, el más famoso artista de Karakalpakstán y compañero de Savitsky, para convertirla en una ciudad de artistas. Los sueños son lo que son, y las ruinas quedaron abandonadas. Si ve a alguien en la fortaleza, pregúntele sobre la roca negra que aflora detrás de las murallas, en el centro de la ciudadela. Según observadores informados, crece año tras año en un espesor aproximado de cinco dedos extendidos. Uno de los misterios del desierto.

Esta ciudadela, fundada en el siglo III a. C., está hoy situada justo al lado de la carretera. Sus murallas, particularmente erosionadas, parecen dientes de sierra. Como en Guldursun, el interior de las murallas es completamente plano y permite ver la gran extensión de territorio que protegía la fortaleza. El complejo fortificado consta de dos alcazabas, la más pequeña de las cuales se encuentra entre Kirkiz Kala y Ayaz Kala, cuya fotogénica silueta se puede ver desde las murallas.

Ayaz Kala es, sin duda, uno de los lugares más impresionantes. El complejo consta de tres ciudadelas encaramadas en colinas de diferentes alturas. Al pie de las colinas hay rastros de viviendas y de riegos. Las ruinas ofrecen una vista admirable del desierto circundante y de los montes Sultan Uvays, así como del lago Ayaz, que desafortunadamente tiende a desaparecer. Las alcazabas han conservado buena parte de sus murallas y algunos trabajos de consolidación nos permiten ser optimistas sobre su durabilidad. Durante todo el año se puede almorzar, o incluso dormir, bajo las yurtas instaladas detrás de las ciudadelas. Ideal para una noche en el corazón del desierto o para un corto paseo en camello.

El más famoso de los yacimientos arqueológicos, junto con el de Toprak Kala, pero también de los más decepcionantes ya que las pocas ruinas que quedan, acosadas por la vegetación e invadidas por el ganado, luchan por despertar las mismas emociones que Ayaz Kala o Djambaz Kala. Sin embargo, si va acompañado por un buen guía, este podrá hacerle revivir por un momento el valor e historia de esta ciudadela, que muestra una forma circular y que ha conservado un pequeño laberinto de salas cuyos cimientos aún se pueden observar. Probablemente construida en el siglo IV a. C., la ciudadela de Koi-Krilgan fue, durante mucho tiempo, un lugar de culto y observatorio zoroastriano. Le recomendamos encarecidamente que dedique algún tiempo a ir a ver la maqueta de su reconstrucción que hay en el Museo de los Pueblos de Uzbekistán, en Taskent, para hacerse una verdadera idea de su extensión.

Una fortaleza en ruinas que data del siglo I a. C. Toprak Kala es la única ciudadela en la que se cobra entrada, pero no importa pagar los 3000 som para descubrir este increíble lugar. En el siglo II se convirtió en la capital de la región, bajo los kushán, y fue atacada repetidamente por los hunos heftalitas que, al destruir los canales de irrigación, derrotaron a la ciudad real. Alrededor del siglo VI cayó en el olvido. Dirigidas por el profesor Tolstov, las excavaciones arqueológicas comenzaron justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Los frescos que se descubrieron se hallan ahora en San Petersburgo. Allí, el Museo del Hermitage ha fagocitado o protegido, según las interpretaciones, la mayoría de los testimonios de las antiguas culturas de Asia Central. Sin embargo, en el museo de Nukus se expone una colección de objetos hallados en las excavaciones realizadas por Igor Savitsky. Aquí, en Toprak Kala, todavía se pueden ver las huellas de las muchas salas y jardines del palacio real, incluyendo la sala del Rey, la sala de la Victoria y la sala de la Guardia Negra, e imaginar lo que era un templo de adoradores del fuego o cómo eran las grandes casas de clan que reunían a familias de más de cien miembros bajo un mismo techo.

Un primer yacimiento rodeado de murallas se denomina pequeño Guldursun. El gran Guldursun está a diez kilómetros por la misma carretera. Las fortalezas controlaban y protegían los canales de riego. Una leyenda cuenta cómo la hija del dekhan que gobernaba la ciudad se enamoró de uno de los enemigos que asediaba el lugar, y cómo traicionó a su propio pueblo al permitir que el ejército enemigo entrara en las murallas. La desafortunada mujer fue abandonada por su amante y la ciudad cayó en manos de los enemigos. La misma leyenda se cuenta en Mizdakhan, la ciudad antigua cerca de Nukus.