Ruruutu, sin duda, está prometida a un futuro turístico. Para la cálida acogida de sus habitantes, su vida sencilla y sana, su patrimonio artesanal digno de atención, sus paisajes coloridos y fácilmente accesibles, así como el ballet grandioso de las ballenas jorobadas de julio a octubre, la ocasión privilegiada de (quizás) nadar junto a los mastodontes de los mares, en una simbiosis con los elementos naturales inolvidables. Además, el alojamiento es agradable. En resumen, la isla sólo espera a los viajeros para darse a conocer del gran mundo.Rurutu (la roca que entra), a 572 km al sur de Tahití, es única en Polinesia por su configuración geológica.En medio de la inmensidad oceánica hace 12 millones de años, un punto caliente lo planteó de 100 m hace un millón de años. Un poco como Makatea (Tuamotu), se encontró sin laguna y bordeada de acantilados en su alrededor. Gracias a la erosión debida a las lluvias y al mar, fue además tapada con una treintena de cuevas calcáreas, suministradas en estalagtitas y estalagmitas.Por ello, Rurutu es más bien una isla orientada hacia la tierra, con su aislamiento y su ausencia de laguna, lo que reduce las posibilidades de baño.La isla dispone de una amplia meseta, Tetuanui, repleta de varias plantaciones: café, vainilla, naranjas, piña y abogados, pero sobre todo de taro, cultivado a la antigua en las tarodias. Hay muchos senderos que atraviesan la montaña y las parcelas cultivadas y permiten disfrutar de unas vistas grandiosas en toda la isla.Ruruutu fue una de las primeras islas que fue descubierto por Cook, en su primer gran viaje en 1769, pero la hostilidad de los insulares impide su atracción.En ese momento, cerca de 6.000 habitantes habrían poblado Rurutu, que hereda actualmente marae especialmente antiguos y de rurutina, el dialecto de la isla, poco a poco sustituido por el tahití, muy cercano. Entretanto, la isla ha tenido una historia similar a muchas otras islas. Ha sido cristianamente cristiana. Además, muchas de las enfermedades han reducido su población a 2.104 habitantes hoy, después de haber caído menos del 200 en 1830.Eric de Lacchop dice de Rurutu que era la isla sin pasado. Los misioneros han hecho todo lo posible para borrar las huellas y las creencias del pasado. La mayoría de los objetos fueron confiscados en beneficio de museos extranjeros, como la estatua del dios A'tiene hoy en el Museo Británico de Londres. Este ídolo de unos 112 cm, adornado en el exterior con treinta pequeñas efigies en relieve en todo el cuerpo, estaba dotado de un pequeño baúl en su espalda, donde se descubren pequeños dioses dentro. Se dice que la estatua era el primer ancestro en el origen de la población y que los pequeños dioses evocaban su descendencia.Cabe observar que las explotaciones están bien aisladas en Rurutu. Todas ellas son ineludibles, lo que permitió a las islas conservar su tierra, haciendo casi imposible una venta por unanimidad de los múltiples propietarios. A pesar de ello, la cohesión social se ha mantenido perfectamente gracias a la rotación de los grupos de trabajo, y antes al sistema de crónicas tradicionales (nada estaba escrito).Rurutu es una isla de tamaño medio (10 km de largo, 5 km de ancho, 36 km de torre), cuya forma evoca claramente la de África, orientada en la misma dirección. Cuatro pueblos, unidos por carreteras de hormigón, agrupan a la mayoría de los habitantes de la costa. Morai, el más grande, está situado a nivel norte. Esta aldea alberga comercios, administraciones y un reciente puerto que permite el acaparamiento del Tuhaa Pae II, frente al único pase navegable de la isla. Al oeste, se descubre Avera que dispone también de un muelle, pero para los barcos pequeños. El Tuhaa Pae II, a veces, desaprueba aquí en ballenería. Al este, se encuentra el pueblo de Hauti (o Auti) cada vez más abandonado, y al noroeste el aeropuerto. Algunos habitantes también viven en Naairoa, aislado al sur de la isla, a lo largo de una preciosa playa de arena blanca (conocida como Popa'a Beach, debido a la afluencia regular de turistas extranjeros). Por último, la isla está dominada por tres picos: el Taatioe (389 m), el Manureva (385 m) y el Teapei (369 m), todos unidos unos de otros.Cada año se celebra en Rurutu la fiesta del tere. Toda la población realiza una vuelta de la isla, a pie o a caballo, como en una peregrinación, con visitas a las marae. Se evocan leyendas ancestrales. La fiesta alcanza su apogeo en el amoraa oa'i, una prueba de fuerza en la que los participantes deben llevar un enorme volcánico. Los más fuertes tienen 150 kg. En mayo, es el Me, gran fiesta religiosa con visita de casas y donados en el templo.La actividad artesanal de la isla gira alrededor de la confección de tifaifai, grandes alfombras de suelo (pee), cubrecamas y trajes de pandano. Para poder impregnarte de las leyendas y de la historia de Rurutu, te aconsejamos leer la obra presentada y anotada por Michel Brun, Eteroa, mitos, leyendas y tradiciones de una isla polinesia, Gallimard, París, 2007.

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