VALLE DE MAYO

"Es un árbol único. Es el príncipe de las palmeras. Creo que es el árbol de la ciencia del Bien y del Mal", dijo en 1881 el general británico Charles Gordon, que tuvo un trágico final en Jartum. Ferviente cristiano, medio poeta y medio filósofo, el también conocido como Gordon Pacha quedó tan cautivado por el Valle de Mai que creyó haber localizado el mítico Jardín del Edén, el paraíso original. En un ensayo que le dedicó, decía que el cocotero era el árbol del Conocimiento y el artocarpo (árbol del pan) el árbol de la Vida. ¿Un paraíso original? O al menos un paraíso tropical de visita obligada en cualquier viaje a las Seychelles. Esta famosa cocofesse es una de las curiosidades más asombrosas del mundo vegetal. No en vano se ha convertido en el símbolo del archipiélago (¡fíjese en el sello que el aduanero pone en su pasaporte a la llegada!). Naturalmente, la Cocofesse ha suscitado muchas envidias y leyendas desde su descubrimiento. ¿Y qué habría sido de Vallée de Mai sin esta nuez de dos lóbulos de fama mundial? En cualquier caso, desde 1983 figura en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, una consagración para esta catedral del verdor que, hasta 1930, tuvo el raro privilegio de verse poco afectada por el hombre. Su nuevo propietario decidió entonces transformar este bosque casi primitivo en un jardín botánico, introduciendo árboles ornamentales y plantas importadas.

Afortunadamente, veinte años más tarde, el precioso valle volvió a cambiar de manos, ya que el Estado se lo apropió como parte de la principal cuenca hidrográfica de la isla. En 1966 se convirtió en Reserva Natural y, desde entonces, en una prioridad nacional para el Gobierno. Para devolverle su aspecto original, fue necesario erradicar las plantas exóticas, que ya eran invasoras, revegetar las crestas de las cumbres que habían sido víctimas del fuego (las hileras de cáliz papal, una madera de baja combustibilidad, se utilizaron como cortafuegos) y mantener el bosque de Cocos de Mer. Era un objetivo a largo plazo, tanto más justificado cuanto que en 1990 un incendio arrasó 40 hectáreas del palmeral de Fond Ferdinand, en el extremo sur de la isla, acabando con el último bosque relicto de Praslin (ahora felizmente restaurado y abierto a los visitantes).

Desgraciadamente, poco más de tres décadas no han bastado aún para devolver al Valle de Mai a su estado de casi virginidad anterior a 1930, pero la recuperación va por buen camino, sobre todo desde la Fundación de las Islas Seychelles (SIF), creada en 1979 para gestionar y proteger la flora y la fauna de Aldabra (otro sitio del Patrimonio Mundial), desde 1989, gestiona con esmero y escrúpulo este valle virgen, que sin embargo sigue amenazado por el apetito del filodendro, una planta trepadora parásita (que chupa la savia del árbol) que ha resistido a los intentos de erradicación. Así que no es de extrañar que no menos de cincuenta mil turistas al año se sientan atraídos por este dosel de follaje y maraña de raíces, enredaderas, musgos, hojas muertas y rocas. Sólo se oye el suave murmullo de los arroyos (el valle tiene siete manantiales) y el silbido de los loros negros, que vuelven a anidar aquí después de haber vagado varias leguas a la redonda. No hay que perderse el barranco del sendero circular, un bosquecillo que contiene cinco de las seis palmeras endémicas de las Seychelles y tres de las cuatro especies de vacoas exclusivas de las islas de granito. Aquí se puede imaginar cómo debió de ser el mundo tropical hace millones de años, cuando predominaban las palmeras y no existían los árboles con flores, las aves ni los mamíferos. Lo que tenemos aquí es un bosque de helechos y palmeras de Parque Jurásico. En este valle se han contabilizado unos siete mil cocoteros (56% machos), el 80% de los cuales son aún demasiado jóvenes para producir, pues el tronco no aparece hasta los quince años. Un árbol alcanza la madurez a los cuarenta años y puede vivir más de cuatrocientos; el más viejo, de unos treinta metros de altura, tiene actualmente unos trescientos años. A juzgar por su apéndice fálico, este Casanova de la Vallée de Mai sigue en plena forma. ¿Cuántos cocos ha producido? Desde la fecundación del árbol hembra hasta la caída de la gran nuez de doble lóbulo (de 14 kg a 23 kg cuando está llena), pasan en cualquier caso siete años, mientras que un coco normal cae al cabo de seis meses. Se calcula que cada año se recolectan tres mil de estas extraordinarias nueces (sólo las más callipígidas), tanto en el valle como en Fond Ferdinand (también gestionado por la Fundación de las Islas Seychelles - SIF - desde 2020). Por supuesto, antes de ponerlas a la venta, a las preciosas nueces se les habrá quitado la pulpa antes de pegarlas y pulirlas si es necesario. Los dos hemisferios de este coco sagrado ocuparán entonces su lugar en las estanterías de las tiendas de recuerdos, autorizadas a vender sólo dos de estas maravillas nacionalizadas al mes, debidamente numeradas y con un precio acorde a su perfección, antes de acabar en las estanterías de los turistas una vez de vuelta a casa. Si bien las palmeras reinan en este bosque excepcional (un santuario de ocho especies -seis de ellas endémicas- que representa la mayor concentración mundial de palmeras diversas en un entorno original), otros árboles también prosperan aquí en un ambiente decididamente casi místico.

Los aficionados a la botánica estarán encantados. Podrán observar el árbol del mango, el árbol del jackfruit, el capuchino, el cáliz del papa, el árbol del viajero, el árbol del pan, la albizia, el filao, la madera dura, la secuoya y el árbol del cacao. Pero lo más importante no es ver, sentir, escuchar y dejarse envolver por la vegetación protectora de esta fascinante ex isla de Palmes, ¡bien llamada así! Los senderos se recorren mejor cuando abren o por la tarde, cuando la serenidad de la zona no se ve perturbada por grupos de excursionistas (la hora punta es entre las 9 y las 11 de la mañana).

En la cabaña, donde se expiden los billetes a la entrada, hayun café-cafetería y una acogedora tienda de recuerdos. En la cafetería podrá degustar sándwiches y ensaladas frescas elaborados con productos ecológicos y locales, así como bollería y zumos de fruta fresca ecológica. Es el lugar perfecto para hacer una pausa refrescante tras un paseo por este templo de la naturaleza de Praslin. En cuanto a la boutique, ofrece un sinfín de recuerdos típicamente seychellenses para meter en la maleta antes del avión de vuelta a casa. Entre dos piezas de artesanía, encontrará incluso un (muy útil) repelente de mosquitos (a veces se necesita, pues el infierno nunca está lejos del paraíso).

Rutas. Los senderos de este bosque, tan perfecto que parece recreado para una nueva película deIndiana Jones, están señalizados. La parte catalogada del bosque ocupa 19,5 hectáreas. Desde la más corta (alrededor de 1 km) hasta la más larga (unos 2 km), cada una de estas rutas es encantadora a su manera. A la entrada, le indicarán que las rutas duran 1 hora, 1 hora 30 minutos y 2 horas respectivamente.

Guías. En la entrada del Vallee de Mai encontrará fácilmente los servicios de un guía. ¿Es buena idea contratar uno?

Sí, si va solo, porque le permitirá aprovechar al máximo la tranquilidad del lugar al tiempo que obtiene toda la información que necesita sobre este pedacito de paraíso en la tierra, pero no tanto si va con un grupo de 15 a 20 personas. Depende de ti negociar con él, adaptando el precio al tamaño del grupo.

En Vallée de Mai, gran parte del placer reside en estar solo en plena naturaleza, con el único sonido de las hojas al susurrar con el viento. Así que, si no puede permitirse un guía sólo para usted y su pareja, visite el parque por su cuenta. Hay muchos carteles explicativos, así que no se perderá