Guía de viaje Victoria Falls National Park

Para un viajero en busca de lugares grandiosos y únicos, las cataratas Victoria son una visita obligada. La joya de la corona de Zimbabue, dos veces más altas que su homóloga estadounidense (las famosas cataratas del Niágara), las cataratas zimbabuenses son también mucho más anchas y extienden su cortina de saltos de agua a lo largo de 1,7 km. Al final de la estación lluviosa, su caudal, extremadamente potente, puede alcanzar los 545 millones de litros por minuto El ruido que hacen al precipitarse por el desfiladero puede oírse a kilómetros de distancia. Es fácil comprender el asombro y la fascinación de Livingstone cuando, en 1855, durante una de sus numerosas expediciones al sur y centro de África, descubrió este milagro de la naturaleza. Sorprendido y atraído por una curiosa nube blanquecina que se elevaba permanentemente sobre una pequeña parte de la selva, pidió sin duda a los nativos que le condujeran al pie de este Mosi-Oa-Tunya, "el humo que ruge", del que le había hablado el jefe. Allí, empapado por la espuma que se levantaba sobre la grieta y aturdido por el increíble estruendo que resonaba en el desfiladero, Livingstone tuvo la revelación de uno de los parajes naturales más extraordinarios de todos los tiempos y, abrumado por tanta majestuosidad y esplendor, bautizó las cataratas con el nombre de su reina, Victoria. Este nombre permanece hasta nuestros días, aunque tras la independencia, durante la búsqueda de nombres coloniales, un grupo de opositores al antiguo régimen blanco expresó su deseo de devolver a las cataratas su nombre original de Mosi-Oa-Tunya. La sabiduría (¡de naturaleza altamente lucrativa!) prevaleció, y se decidió dejar las cataratas con su nombre popular, para no afectar al flujo cada vez mayor de turistas (y de divisas). Livingstone permaneció en suelo africano hasta su muerte. Su brazo amputado por el ataque de un león no le impidió vivir una vida más sabia Una vez que se pisa esta tierra, es realmente difícil abandonarla. Las cataratas son la atracción turística del país, y no faltan ideas para alimentar este patio de recreo; selfies al borde del barranco en la "Piscina del Diablo", vuelos en helicóptero, rafting, puenting en el cañón... También es una fuente inagotable de economía turística.