A unos 40 km al norte de Ibarra, la carretera desciende hacia el valle del Chota, ofreciendo un desfile de montañas áridas y polvorientas, resecas por el sol. A 1.550 m se llega a El Chota: calor seco, escasa vegetación de cactus, plantaciones de caña de azúcar, casas tradicionales de adobe y habitantes de piel negra. Aquí, las mujeres no están encorvadas bajo el peso de los fardos, sino que llevan su carga sobre la cabeza con dignidad, la música da ritmo a su vaivén; todo da la impresión de estar en África. El ambiente aquí es relajado, bonachón y lánguido. La herencia de los antepasados se expresa en la música tradicional de raíces africanas; la bomba, los tambores y las maracas forman parte de la fiesta Las leyendas cuentan la llegada y el desarrollo de la comunidad negra en este estrecho valle. Se dice que un rico colombiano que se dirigía a las tierras más fértiles del sur terminó aquí su viaje, asesinado por sus esclavos que, al reconocer en el Chota una tierra similar a la descrita por sus antepasados africanos, decidieron establecerse allí. La región es famosa por su clima seco, y la gente viene de lejos para tratarse la artritis y el reumatismo. La carretera continúa hasta Ambuquí, donde encontrará hosterías y restaurantes populares entre los lugareños los fines de semana.

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Les Equatoriens de la région d'El Chota offrent un chaleureux accueil aux vives couleurs. Stéphan SZEREMETA
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