Cementerios y monumentos conmemorativos para visitar Londres

Situado al sur de los jardines de Kensington, frente al Royal Albert Hall, este monumento neogótico fue encargado por la reina Victoria para conmemorar a su esposo y gran amor, el príncipe Alberto de Sajonia Coburgo-Gotha. Mide casi 50 metros y se terminó en 1872. Una estatua dorada representa a Alberto sosteniendo un catálogo de la Exposición Universal de 1851. El barrio de Kensington, también conocido como Albertopolis, debe mucho al príncipe Alberto, que ideó y apoyó la creación de los más grandes museos, como el famoso Victoria & Albert Museum.

Este hermoso cementerio victoriano es una visita obligada cuando se está en el pequeño pueblo de Highgate. Entre los anónimos, hay casi 850 notables y famosos, como Karl Marx y George Eliot. Pero lo que realmente llama la atención es el aspecto gótico de las tumbas: ángeles, urnas funerarias, cruces celtas, todo ello rodeado de una exuberante vegetación. Tras algunos extraños incidentes en los años 70, la caza de vampiros sacudió a la opinión pública. El último famoso en llegar fue George Michael, pero no se puede acceder a su tumba en una parcela privada.

Parece una tontería decir que un cementerio es tranquilo, pero ese es el principal atractivo del lugar, ese aspecto relajante y reposado. Con sus viejas tumbas victorianas, cubiertas de musgo y todas ligeramente dobladas, el lugar no carece de encanto. Sólo cobran vida con la presencia de muchas ardillas que también disfrutan del entorno tranquilo. Aunque aquí están enterrados algunos ingleses famosos, lo que más interesa son las tumbas de personas anónimas. Un hermoso lugar para un momento de contemplación y serenidad.

Anglo-jamaicana, Mary Seacole (1805-1881) fue enfermera por vocación. Aunque se la conoce sobre todo por haber viajado por el Caribe para atender a las poblaciones más desamparadas, es más famosa y respetada por su participación en la guerra de Crimea. Tras serle denegada una plaza en un equipo de enfermeras blancas reunido por Florence Nightingale, decidió por voluntad propia ir al frente en Crimea durante la guerra de 1854. Fue una decisión que precipitó su empobrecimiento, obligándola a permanecer en Crimea más tiempo del previsto. Aunque fue contemporánea de la enfermera Florence Nightingale, y tan famosa como ella en su época, Mary Seacole ha sido olvidada por la historia. Su historia, que sin embargo inspira respeto, es un claro ejemplo de la importancia de la interseccionalidad de las luchas. En Londres, hasta 2016 y la erección de esta estatua en los jardines del Hospital de Santo Tomás no se representó a una mujer negra en el espacio público. Frente al Palacio de Westminster, Mary Seacole aparece caminando contra el viento, con el puño derecho cerrado y una bolsa de medicinas a la espalda, en una postura que combina poder y humildad. La estatua mide 4,9 m de altura y es de bronce. Detrás de ella hay un gran disco de bronce que simboliza el terreno en el que Mary Seacole había instalado su centro de salud en Crimea.