A menos de una hora en coche de Copenhague, esta es la playa más exótica, la preferida por los habitantes de la capital. Un gran aparcamiento y, luego, la naturaleza: un mar hermoso y claro, dunas kilométricas y, tras ellas, un inmenso bosque de hayas y robles plantados en el siglo XVIII para frenar la erosión de la costa. El viento ha creado auténticas tallas de madera al soplar contra los árboles de la zona. Puede aprovechar este entorno para montar en bicicleta: los caminos están señalizados y permiten acceder a la playa. Mire donde mire hay casitas de madera, a veces incluso en las dunas.

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